Mayra es un cóndor que aún no se habitúa a los de su especie porque se crió entre humanos. En 2012 fue rescatada de un domicilio donde era la mascota. Es uno de los 400 (80%) animales que eran de particulares y que ahora están entre los 500 que viven en el zoo Vesty Pakos.
“Tenemos aproximadamente 500 animales, de los cuales el 80% proviene del tráfico de fauna. No conocemos la edad de Mayra, vino (con edad) juvenil y era mascota. Nuestra entidad recibe animales porque estamos facultados a albergarlos y rescatarlos”, dijo a La Razón Mariana Daza, administradora del parque.
Según los guardafaunas, Pepe, una paraba azul, un tiempo fue mascota, al igual que sus compañeros. Todas llegaron con su plumaje opaco y con el pico resquebrajado. Además cuentan que pasó tiempo hasta que el mono araña Pancho se adapte al nuevo entorno. A pesar de ser bípedo, usaba vestimenta de humano y masticaba coca.
“El mono pensaba que era persona y caminaba como tal. Su dueño le trajo en 2006, una de sus patas posteriores se dañó de forma permanente por el peso de su cuerpo. Nos costó años adaptarla, que trepe, use su cola y coma lo correcto”, dijo Daza.
El tráfico de la fauna es toda actividad clandestina vinculada al comercio de especies silvestres vivas y muertas, además de partes como pieles, plumas y otros. Daza manifestó que representa la tercera actividad ilegal en el mundo, además del tráfico de armas y el narcotráfico.
Existen tres razones que dan pie a que se cometa este delito: venderlos a coleccionistas, ofrecerlos como animales domésticos y matarlos, y comercializar sus partes.
Susana del Carpio, presidenta y fundadora en 1995 de Animales SOS, señaló que aún en la feria 16 de Julio (El Alto) se observa este problema, así como en tiendas de mascotas en las que incluso se pueden hacer pedidos. En junio, en una visita de Daza a Curaguara de Carangas (Oruro), una cría de puma era ofrecida a $us 100. A pesar de haber solicitado reiteradamente que la Alcaldía local dé una solución, no se tuvo éxito y no se supo más de ese animal.
En Vesti Pakos, Carmelo, de uno año y medio, es un puma que llegó del Parque Nacional de Toro Toro, norte de Potosí. Cuando era cachorro estaba en manos de dueños que le daban comida para perros, a pesar de ser carnívoro. Su reinserción fue gradual porque se negaba a alimentarse.
“Hace 15 días, Zoonosis, SOS y la Guardia Municipal decomisamos de la feria tres loros habladores y sitiadores, es decir, que convivieron con personas. Su plumaje era plomo porque sufrían severa falta de vitaminas, no les daban de comer fruta o choclos”, dijo Del Carpio.
Además de ofrecerles hojas de coca, consciente o inconscientemente, sus expropietarios los alimentaban erróneamente. A algunos de los animales que hoy habitan el zoo les daban café con pan o galletas, helados, pasankallas, alcohol, migajas de pan, arrocillo, hasta ají de fideo si era lo que cocinaban.
Las tortugas en su mayoría llegaron deshidratadas.
Daños. “A estos animales el humano les puede causar mucho daño. A veces a medida que crecen se vuelven inquietos y hasta pueden atacar o morder. Actúan por instinto y como la gente ya no los quiere, los dejan en el zoológico. Las autoridades también realizan tareas de decomiso”, indicó el biólogo y especialista en conservación ex situ (mantenimiento de la biodiversidad), David Kosk.
Los propietarios particulares que llegan al albergue a dejar un animal evitan dar información real, aseguran que “los hallaron en la calle”. Uno de los últimos especímenes llegó en junio, era una serpiente falsa coral que murió en agosto. Quien la trajo negó ser el dueño, pero pidió visitarla.
En 2011, una persona llegó al parque con la intención de dejar una cría de tejón, sin embargo fue rechazado porque el hábitat del zoo ya tiene suficientes.
El dueño eligió abandonarlo en la calle, otra persona lo llevó al recinto por segunda vez y fue recibido. Ese mismo año, los funcionarios vieron a una tortuga caminado por el parque. Su exdueño la ingresó a escondidas para abandonarla allí, “los dejan acá, nos pasó lo mismo con tejones y loros”, explicó Kosk.Normas. Daza manifestó que entre 2011 y 2012 se recibieron 25 animales traficados: cuatro tortugas, nueve quirquinchos, tres parabas, cinco tejones, dos urones, un halcón y un melero. Este último no podía caminar, con el tiempo mejoró, pero aún se desequilibra.
“La gente adopta estos animales por curiosidad, porque son cachorros y bonitos; pero desconocen las normas”, dijo Daza. El artículo 37 de la Ley de Medio Ambiente, de 1992, prohíbe el comercio y la tenencia de fauna salvaje y penaliza al traficante con dos años de cárcel, además de multar a los cazadores con el 100% del valor de lo que hubiera matado.
El jucumari Cucho lleva 20 años en el zoológico, su compañera Luna llegó siendo osezno. La adaptación para ella fue más difícil; pero después de recibir cuidados, pudo acoplarse.
Por el momento el cóndor Mayra está en cuarentena. Pasará por un largo tiempo de adaptación antes de juntarse con otros de su especie.
Las historias continúan en el Vesty Pakos y en otros centros. “El miércoles, Bomberos recogió de una casa en Bajo San Isidro una vizcacha”, señaló Del Carpio.
Lo que indica la Ley 1333 de 1992
“El que incite, promueva, capture y/o comercialice el producto de la cacería, tenencia, acopio, transporte de especies animales y vegetales, o de sus derivados, sin autorización, o que estén declaradas en veda o reserva, poniendo en riesgo de extinción a las mismas, sufrirá la pena de privación de libertad de hasta dos años perdiendo las especies, las que serán devueltas a su hábitat natural, si fuere aconsejable, más la multa equivalente al 100% del valor de éstas”. (Art. 37).
No hay comentarios:
Publicar un comentario