lunes, 16 de abril de 2012

Guajojó, cerca de un ave de leyenda

Un seguimiento de 60 días a un ave nocturna y misteriosa deja ver momentos únicos de la procreación del guajojó, que todavía habita cerca de porongo. Con su plumaje parecido a la corteza de un árbol, se camufla entre la vegetación



Texto: Claudia Siles con datos de E. Franco / Fotos: Eduardo Franco Berton

Un llanto lastimero, parecido al quejido de una persona, llamó la atención. Fue la primera señal para que Eduardo Franco, escritor y fotógrafo naturalista, descubra un ejemplar de un ave cargada de misterio, como el guajojó.

La experiencia ocurrió en una propiedad de la localidad Los Batos, en el camino a Porongo, donde uno de sus familiares tiene su quinta. Allí fue donde se instaló para hacer un seguimiento y captar la secuencia fotográfica que ilustra este artículo.

El guajojó, que ha inspirado leyendas y letras de canciones típicas de Santa Cruz, pertenece a la familia Nyctibliidae, que tiene siete especies del género Nyctibius. Uno de ellos es el Nyctibius griseus, especie que, a su vez, pertenece al orden de las aves Carpimulgiformes, compuesto por aves nocturnas e insectívoras. Suelen pasarse el día posadas en el tronco de un árbol, tan mimetizadas que es difícil percibir que están ahí. Esperan que el sol se oculte para iniciar su vuelo en busca de insectos como fuente de alimento.

La idea de vincular al guajojó con la melancolía surge no solo del canto que en el medio de la vegetación suena parecido al llanto de una persona, sino también de sus hábitos de ave solitaria. Casi nunca se los ve en pareja, salvo cuando se aparean o cuando acompañan a su cría, a la que abandonan a las tres semanas de nacida.

Si bien es un ave típica de nuestra región, su hábitat natural está en la mayoría de los países amazónicos, como Bolivia, Perú, Brasil, Ecuador, Colombia, Venezuela, Surinam y Guayana Francesa. En otros países se lo conoce como nictibio, urutaú, kakuy o bacui, y también ha motivado historias.

“Desde niño siempre me cautivó la leyenda del guajojó, un cuento popular de amor y tragedia, inspirado en el sonido agudo y estremecedor de un ave nocturna, misteriosa y solitaria, que se escucha en lo oscuro de la selva”, comenta Franco.

Después de pasar 60 días prendado de esta madre y su cría, Franco asegura que la última vez que vio al pequeño guajojó sintió melancolía y pasión. “Melancolía por su triste y vigilante forma de mirar desde la altura de su tronco, al punto que hacía pensar quién observaba a quién”. Por otro lado, pasión, por el amor maternal del que fue testigo. “Esperó que la cría crezca y que sus alas sean fuertes para emprender su primer vuelo, antes de continuar como cuenta la leyenda... llorando la muerte de su amado”. Para oír su canto ingrese a http://www.youtube.com/watch?v=ylPiq-7W5Iw.





SOLA. La cría se posa en un lugar distinto del tronco, como lo hacía su madre, esperando el momento oportuno para emprender el vuelo hacia una nueva vida





























La leyenda

En lo denso de la selva habitaba la bella hija del cacique de cierta tribu, que enamoraba con un joven guerrero de la misma tribu a quien amaba profundamente. Amaba y era amada. Al enterarse de estos amores, el padre de la chica, colérico por sus celos, sintió que el amor de su hija no era correspondido y haciendo uso de sus artes mágicas y oscuras tomó la drástica decisión de acabar con el romance de la manera más trágica, dando muerte al pretendiente. Al sentir la desaparición de su amado, la joven indiecita se fue selva adentro a buscarlo. Espantosa fue su sorpresa al darse cuenta del terrible hecho. Conmocionada, volvió a casa y amenazó al padre con dar parte a toda la comunidad, el viejo molesto por ello convirtió en un instante a la joven en un ave nocturna para que nadie supiera de lo ocurrido. No obstante, la voz de la infortunada muchacha pasó al ave, y fue así que por las noches se escucha su triste y melancólico lamento que sufre por la muerte de su amado...

Fuente: Hernando Sanabria / Fernández, historiador

El taquirari

Cuando la lluvia canta un taquirari
entre las hojas de un gran motacú
aquí muy dentro rebalsa en mi tari
mi corazón que fue tari en tisú.

Se me desbordan recuerdos y recuerdos
de aquel buen tiempo que nunca volvió.
Sigue la lluvia mojando mi alma
y en cada verso un recuerdo se ahogó.

Lunita camba que nunca me escribió
tantas promesas que nunca me cumplió
sigo la huella paseando mi estrella
ya no soy bueno, la ausencia me cambió.

El guajojó
caminante en pena como yo
lleva mi voz
de guapomó en guapomó

Letra de Percy Ávila



PROCREANDO. Después de 21 días, una sorpresa: el guajojó tenía una cría recién nacida. Ahora se entiende por qué no se movía de ese lugar

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