Los científicos han supuesto desde hace tiempo que el plumaje de los flamencos sólo cambia de color cuando se destiñe por la acción del sol o de forma involuntaria debido a la ingesta o interacción de materiales orgánicos.
Pero durante el estudio de los grandes flamencos en la Estación Biológica de Doñana realizado en España, el ornitólogo Juan Amat comprendió que algo más sucedía en este proceso cromático.
"Nos dimos cuenta que tras la salida del cascarón de los polluelos, los ejemplares adultos perdían su emblemático color rosa".
Las aves adultas, volvían a adquirir su famoso plumaje rosa con posterioridad, "aunque no estuvieran mudando sus plumas, así que nos preguntamos si había un elemento cosmético a considerar".
FLAMENCOS CON
SU BLANCA PALIDEZ
Para examinar con mayor detalle esta hipótesis, los investigadores estudiaron las variaciones estacionales de las tonalidades cromáticas del flamenco en tres humedales españoles. El equipo también supervisó la cría de polluelos, el mantenimiento del plumaje y la actividad de cortejo.
Mediante el uso de telescopios, los científicos asignaron a cada flamenco un valor cromático basado en una escala de uno a tres, que iba de un tono muy pálido al rosa vibrante.
El equipo descubrió que los valores cromáticos descendían desde una media de 1,7 en febrero (el apogeo de la temporada de apareamiento) a una de 1,0 en mayo, junio, agosto y septiembre, justo cuando las aves cuidaban a sus polluelos en los nidos. En octubre los valores volvían a subir al 1,6.
Los flamencos, como todas las aves, producen aceite en unas glándulas próximas a la cola (secreciones uropigiales). Las aves se untan el aceite en el plumaje con sus picos.
Se sabe que dicho aceite contribuye a la longevidad de las plumas y a su impermeabilización. Pero Amat sospechaba que los flamencos también podrían estar utilizando la sustancia excretada para pigmentación o tinción. Los flamencos obtienen su coloración de los compuestos llamados carotenoides, que absorben de su dieta basada en algas y pequeños crustáceos.
Las plumas de flamenco ya contienen algunos carotenoides. Pero, basándose en las muestras recogidas de ejemplares en cautividad, Amat y sus colegas descubrieron que el aceite es especialmente rico en estos compuestos.
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