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sábado, 18 de mayo de 2013

En La Paz crían perros de raza con pedigrí

Son las dos de la mañana y Gabriel se levanta de la cama de un salto tras escuchar gemidos de los cachorros rottweiler. Se quejan porque la madre, de 40 kilos, los está aplastando...

“Atenderlos es un sacrificio constante”, comenta el criador de perros rottweiler Gabriel Gutiérrez, con ojeras, pero orgulloso de mostrar a sus canes.

Éste es uno de los 12 criaderos de perros de raza pura registrados por el Kenel Club Boliviano (KCB), dice su vicepresidente, Eduardo Bautista, que también se dedica a esta actividad; cría tres schnauzer miniatura, tres yorkshire terrier y tres bulldog francés.

“Me gustaban los perros desde niño, pero mi papá no me dejaba tener mascotas, así que cuando me casé lo primero que hice fue comprar un perro”, comenta entre risas Bautista.

El KCB es una institución internacional que registra perros de raza mediante un sistema que certifica la pureza y la genealogía de esos animales.

Según Bautista, para tener un criadero se necesita contar con un nombre único en el mundo y ser certificado por el KCB, que avala la verificación del lugar y la alimentación que se otorgará a los perros.

Inicialmente los padres caninos pasan por un examen de aptitud para ser autorizados a la reproducción y luego los dueños llenan un formulario de servicio de monta.

A los 50 días de quedar preñada, la perra es sometida a una ecografía en 3D que permite determinar la cantidad de cachorros que lleva en el vientre.

Antes de nacer, los criadores deben pensar en un nombre y apellido. Para el primero, se asigna una letra del abecedario según el número correlativo de camadas y el apellido, más conocido como afijo, es el del dueño.

Por ejemplo, uno de los perros de Gutiérrez se llama Darka Von den Gutvelrot: el nombre empieza con “D” porque es la cuarta camada y en alemán el sufijo von den significa “de los”; y las sílabas del apellido significan “de los Gutiérrez Velázques Rottweiler”.

El criador recuerda que a sus ocho años soñaba con tener un perro rottweiler, hasta que en 2002 obtuvo uno, pero murió envenenado a los dos años. “Esto me impulsó a tener un criadero de perros y luchar contra la mala imagen de la raza”, comenta, cabizbajo.

Cada raza tiene una manera diferente de crianza. Para el rottweiler se usan dos principios fundamentales: criar perros temperamentales y estructuralmente equilibrados, con el fin de que el perro sea lo más perfecto posible.

Es decir, hay diferentes morfologías del animal: grandes con cabeza pequeña o medianos con mucha corpulencia.

“Si un macho tiene una linda cabeza, pero su debilidad es que el dorso es inestable, busco una hembra que tiene la espalda firme. Entonces le doy a la hembra lo que le falta con el macho”, explica Gabriel y resalta que el temperamento del perro es importante.

Por ejemplo, si es muy agresivo se debe encontrar una hembra con un carácter más pacífico.

Una vez que la perra ha parido, el cuidado continúa. El dueño debe llenar otro formulario en el cual indique cuántos han nacido vivos y cuántos muertos.

El KCB los registra con dos números, el general y el de raza.

Antiguamente se los tatuaba en la oreja con el número de registro, pero a partir de 2005 se incorpora un microchip del tamaño de un grano de arroz.

Con este registro se puede llegar a un documento que analiza las relaciones genealógicas, conocidas como pedigrí, de cuatro generaciones anteriores: de los padres, los progenitores de sus padres (abuelos), los padres de éstos (bisabuelos) y los tatarabuelos.

En esta anotación se incluyen los premios que el can obtuvo en concursos.

Para que el perro tenga más posibilidades de ganar en estos certámenes, hay que cuidar su salud y su alimentación.

Los rottweiler de criaderos no comen huesos ni menudencias para que la dentadura esté completa, uno de los requisitos para participar en concursos. “Si pierde una pieza dental, el perro ya no sirve para un concurso ni para la reproducción”, explica el experto.

Los cachorros rottweiler de dos a cinco meses comen 300 gramos de croquetas de Royal Canin al día. El criador compra la bolsa de 20 kilos que cuesta 600 bolivianos y contiene vitaminas, sulfato, calcio, regeneradores de cartílago, etc.

En cambio, los perros adultos comen croquetas Pedigree. La bolsa de 22 kilos cuesta 350 bolivianos.

Un cachorro de esta raza cuesta entre 600 y 800 dólares.

El clima es un factor que preocupa a los criadores de La Paz, ya que la mala oxigenación, como consecuencia de la altitud, incide en la crianza de algunos recién nacidos, pues causa insuficiencia respiratoria.

Cuando la camada de cachorros no respira normalmente, el criadero alquila un generador de oxígeno Praxair, el mismo que usan las personas, y en una caja grande de cartón cerrada se pone a los cachorros para que respiren. La garantía de este aparato es de 500 dólares y la mensualidad, 50.

Gutiérrez debe cuidar también de la displasia de cadera que suelen sufrir los rottweiler, ya que el macho pesa entre 45 y 50 kilos y la hembra, 40 a 45.

En el futuro, el criador planea comprar una muestra seminal de Alemania para preñar a su perra y mejorar la raza.

“Dios mediante, pienso a fin de año comprar una pajilla para realizar una inseminación a la perra”, concluye Gutiérrez.

“Criar perros de raza es un sacrificio y un gasto constante, pero nadie me quita la alegría de estar con ellos”.
Gabriel Gutiérrez, criador.


Criaderos, en las afueras de la urbe
La Ordenanza Municipal G.M.L.P No. 511/2005 reglamenta que los criaderos deben situarse fuera del área urbana del municipio de La Paz. “La única autoridad para otorgar licencias a criaderos es el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag)”, dice el director de Zoonosis, Héctor Mencias.

Según Susana del Carpio, presidenta de Animales SOS, hay criaderos que hacen reproducir animales con pedigrí en terribles condiciones. “Vivir de animales es una inmoralidad, cuando los perros sobran”, reclama la activista.


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