Tener un “trabajo de
perros” ha dejado de ser algo negativo en Colombia, donde la ley les
confiere a los canes de seguridad numerosos privilegios como horarios
reducidos, jubilaciones anticipadas y salarios en especie.
“El trabajo de estos animalitos es muy bueno. Ahí es cuando decimos:
‘quién fuera perro’”, indicó un vigilante de banco en el norte de
Bogotá, quien acompaña a Luna, una perra de seis años que para 2014
puede jubilarse. Como ella, miles de sabuesos más prestan sus servicios
alrededor del país, unos 3.500 solo en la capital, como parte de la
lucha contra el terrorismo y las drogas que el Estado colombiano y las
empresas de seguridad privada han emprendido desde hace más de dos
décadas.
“Un buen perro
nos da la seguridad a nosotros y a nuestros visitantes de que no van a
entrar personas con elementos extraños”, explicó Javier Martínez,
responsable de la seguridad en un edificio bogotano, que en 2010 sufrió
un atentado con coche-bomba.
Precisamente, el poderoso olfato de estos animales, unido a su alta
capacidad de adaptación y aprendizaje, ha seducido a numerosas empresas,
bancos y negocios colombianos y alimentado una tendencia que, según
cifras del Ministerio de Defensa colombiano, ocupa a más de 40 empresas
del sector en todo el país.
Razas como los labradores y los golden retriever, para la detección de
explosivos y narcóticos, así como los rottweiler, pastor alemán, boxer y
fila, para la defensa, la vigilancia y el ataque, son los preferidos.
Los caninos han llegado a altas instancias de organismos de protección
del Estado, el Ejército, la Bolsa de Valores, hospitales y equipos de
rescate.
Labor.
El reconocimiento de estos perros entrenados en Colombia “ha llegado
tan lejos” que han viajado para colaborar con equipos de rescate luego
de sucesos como los atentados terroristas del 11 de septiembre en
Estados Unidos (2001) y el terremoto de Haití (2010). Dicha capacidad
laboral, que reporta un 0% de desempleo frente al 7,8 % de sus pares
humanos, llevó a la creación de la Su- perintendencia de Vigilancia y
Seguridad Privada, encargada del control a las instituciones que ofrecen
el servicio de los caninos.
Desde 1994, la dependencia ha controlado el tiempo total de trabajo de
los animales, que según varios decretos no deben superar las seis horas
con relevos constantes cada 120 minutos, y ha estipulado “expresamente”
que su pago se realice con “juguetes, huesos, o artículos comestibles”
de su agrado. Asimismo, se ha reglamentado que la “edad de jubilación”
de estos animales no supere los siete años de edad, que para envidia de
los humanos colombianos es 15 años menor el equivalente de trabajo que
ellos deben cumplir (60 años en hombres y 55 años en mujeres).
Para ejercer esta actividad los animales deben superar varias pruebas
de adiestramiento, poseer un chip de identificación y tener un lugar
adecuado de descanso.
En
promedio, contratar el servicio de uno estos animales podría rondar
entre los 600.000 y los 800.000 pesos ($us 300 y 400), como constató EFE
en varias empresas de seguridad de la capital.
Así, y a pesar de que organizaciones que promueven la defensa de los
animales se han opuesto durante años a su participación en estas
labores, la fiebre por los perros guardianes en Colombia continúa y en
aumento pues, como lo ha resumido Martínez, es “la mejor manera para
quitarle a la gente esa percepción de inseguridad con una cara
amigable”.
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