Se dice que cuando un quirquincho clava las patas a la tierra, no hay forma de atraparlo. Sus músculos lo introducen en la tierra y la fuerza de una persona no es suficiente para sacarlo. Sin embargo, es objeto de una sañuda persecución para cumplir ritos, creencias o convertirlo en matraca para las danzas del Carnaval.
Las costumbres que lo amenazan. El Chaetopractus nationi, conocido en el país como quirquincho, es una especie de armadillo endémico de la parte altoandina de Perú, Chile, Argentina y Bolivia.
Kantuta Palenque, experta en la investigación de este mamífero, cuenta que se trata de un animal “bastante escurridizo, por lo que también es difícil de estudiar”, por lo que hay aspectos de su vida que se desconocen.
Quienes los estudian y quienes conviven con ellos aseguran que actualmente su presencia ha mermado, es muy difícil verlo en su medio natural y por ello es considerado en peligro de extinción, según el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia.
Sin embargo, en las dunas altiplánicas aún se colocan trampas para cazar y matar quirquinchos.
Según la experta, los comunarios acopian el quirquincho durante todo el año para venderlo especialmente en Carnaval. “Es muy fuerte el nexo del animalito con lo ancestral, con lo cultural, y es difícil cortar eso de raíz”.
El censo elaborado por Palenque y su equipo pudo verificar que existen de tres a cuatro tropas, cada una compuesta por 500 o 600 morenos, en el Carnaval de Oruro, que llevan matracas hechas con este animal.
Fuera de ello, se estima que estas mismas personas tienen un quirquincho como adorno y tradición en sus casas.
“En el área rural de Oruro siempre se ve un quirquincho taxidermizado en las casas, porque se dice que si le crece el pelito o las uñitas, va a ser un buen año”.
Así, a este adorno disecado lo ch’allan y adornan, y le colocan aretes en las orejas. Cada uno cuesta unos 35 bolivianos.
“Es un animal que está ligado a la cultura altoandina, es fuerte el nexo que hay con el quirquincho y a veces lo utilizan para medicina tradicional, dicen que la carne es buena para (curar) el sobreparto, para el mal de pulmones”.
La pelea contra la naturaleza y el hombre. Un dato que parece haber cambiado con el tiempo, según Palenque, es que antes sólo podía verse al quirquincho por las noches, “pero hemos comprobado, en un estudio realizado en Sajama, que también tiene vida diurna. Pensamos que puede ser por los cambios climáticos”.
Afirma que la necesidad de salir de día en esta reserva, puede deberse a la cada vez menor disposición de comida, ya que a diferencia de esta zona, en la Reserva Eduardo Avaroa sólo se lo ha visto de noche, y en este sitio existen grandes cantidades de dunas, donde puede hallar alimento.
Los cultivos del hombre han invadido lo que antes era sólo su territorio, y esto le quitó espacio para la búsqueda de alimento, excepto por un producto.
Palenque explica que el quirquincho come “laqato”, que es el gusano que crece y se alimenta de la papa o la oca.
Para buscar al invertebrado, el quirquincho escarba la tierra y así rompe la planta y ésta deja de crecer. Por ello los campesinos hacen trampas y lo matan, ya que lo consideran dañino.
2 crías tiene el quirquincho una vez al año. Son gemelos, como es natural en las familias de los armadillos.
20 años es el tiempo que vivió un quirquincho en el zoológico de Oruro. Se cree que sólo viven 14.
Una cruzada para financiar las investigaciones. La agrónoma Kantuta Palenque, dedicada al estudio del quirquincho, relató que para entender la unión que existe entre la cultura y la existencia del quirquincho, decidió ingresar en la comparsa de los Cocanis, en el Carnaval de Oruro. Estos bailarines se distinguen por llevar matracas hechas con este animal.
Conocer para cuidar. Palenque asegura que se hicieron varios esfuerzos para que la Federación de Conjuntos Folklóricos de este Carnaval conociera más a esta especie y destinara cierta cantidad de recursos a la investigación del quirquincho, para saber, por ejemplo, cuántos aún existen, sin embargo la idea fue rechazada.
“Si no conoces algo, cómo puedes protegerlo, creo que hay que inmiscuir a la gente que lo usa de matraca”.
“En el Parque Nacional Sajama nos dijeron que había harto quirquincho, pero no hemos podido capturar ninguno durante las dos campañas, cada una de 45 días, que realizamos. Puede ser que hayan cambiado de lugar”.
Kantuta Palenque / INVESTIGADORA
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