Su fiereza se diluye en un segundo cuando sus ojos cafés fulminantes por la ira miran a Pabel Ramos, uno de los humanos con los que trabaja en el Cementerio General de la ciudad de La Paz, y se mete a su casa cercada con una malla metálica gruesa, que lo acoge durante el día.
Su fino olfato y su oído agudo le permiten advertir el mínimo movimiento o sonido durante la noche o la madrugada. Ese es su trabajo: vigilar y alertar a sus compañeros de trabajo sobre la presencia de cualquier intruso o "alguna irregularidad” en el campo santo.
Es Rex, el macho alfa de los tres perros que custodian el Cementerio General cuando cae la noche y pocos se animan a caminar entre las tumbas.
Su historia es triste. Su ama lo abandonó hace tres años en el cementerio, junto a sus dos hermanas, Linda y Muñeca. La mujer tenía planeado emigrar a España y no podía llevarse a Rex ni a sus dos hermanas, que entonces aún eran cachorros. Sólo dijo que los tres perros eran hermanos, que tenían un año de vida, aproximadamente, y que el nombre del macho era Rex. Luego los dejó sin ningún remordimiento.
Las señales en el cuerpo de Rex y de sus hermanas, y el alto grado de desnutrición que presentaban, delataban maltratado. Tal vez por eso Muñeca murió al poco tiempo. "Seguramente la maltrataban”, explica Pabel mientras acaricia la cabeza del gran animal, que disfruta plenamente del mimo bajando las orejas y apagando la furia de su mirada.
El nuevo hogar
Las hermanas de Rex se conformaron con el abandono de su ama, pero él no, se resistió al mostrar agresividad con todo humano que veía, llegando incluso a morder a muchos de los trabajadores del cementerio, que se vieron obligados a encerrarlo.
Durante sus primeros días en el Cementerio General, el pastor alemán era temido por todos los funcionarios y obreros. Hasta que comenzó a trabajar como cuidador del almacén, donde se deposita los restos mortales que cumplieron el plazo de permanencia de los nichos del campo santo.
En el lugar, poco a poco, el perro se acostumbró a la presencia de las personas.
"Comenzó a acercarse a los guardias”, recuerda Pabel.
Cuando su capacidad de relacionarse con los humanos mejoró, fue ascendido a cuidador nocturno de todo el cementerio. Primero salía a realizar sus rondas controlado por los guardias con una correa. Ahí comenzó su amistad con Pabel.
Destacó por su fino olfato, su oído agudo y su gran obediencia.
"Él escucha el sonido más lejano y advierte el mínimo movimiento. Está alerta a cualquier movimiento para detener el intento de la gente que quiere ingresar en la noche ”, cuenta el joven.
Es que el Cementerio General es asediado constantemente por indigentes que pretenden ingresar al lugar para dormir en los nichos vacíos y por algunas personas que buscan robar restos óseos humanos para venderlos.
Pero Rex, junto a otras dos perras, su hermana Linda y Blanca, un chapi blanco que llegó sola al cementerio, trabaja toda la noche para frustrar cualquier intento de los extraños.
Rondas nocturnas
Todos las noches, a las 19:30, cuando los trabajadores confirman que en el campo santo no hay ningún visitante, el guardia canino sale de su casa alambrada.
Hace mucho tiempo que encabeza la ronda sin correa, libre. Sale de su casa y emprende veloz carrera seguido de Linda y de Blanca. Su primera parada es la oficina de la Administración, donde verifica que no quede nadie.
"Si ve una luz encendida, se pone nervioso y contagia a los demás perros, que comienzan a ladrar desesperadamente”, dice Ramos.
Cumplida su misión en el lugar, Rex sale como una flecha hacia la capilla del cementerio, donde es alimentado. Allí se reúne con los serenos para iniciar la ronda, que comienza revisando que las nueve puertas de acceso al cementerio estén muy bien cerradas.
"Luego va pabellón por pabellón. Las perras le siguen. Se sube al techo de los pabellones para vigilar desde ahí. Si no hay nada, baja. Se las sabe todas”, añade Pabel.
Pero no todo es trabajo en esas largas noches de custodia del cementerio, a cierta hora Rex reclama que sus compañeros de trabajo le arrojen una botella PET vacía para ir a buscarla y traérsela.
Ese momento llega después de que el pastor alemán se da tiempo para ir con su hermana Linda al sector de las lápidas. "Se pierden un buen rato ahí”, cuenta Pabel.
En ese lugar Linda parió dos camadas de cachorros de Rex, que fueron dados en adopción.
General y Ludovico, guardias que ya no están
Antes de que Rex se hiciera cargo del resguardo nocturno del Cementerio General de la ciudad de La Paz, El General y Ludovico realizaban ese trabajo con igual dedicación y disciplina.
Se trataba de dos zorros negros (raza schipperke belga) que estuvieron por años acompañando a los trabajadores del campo santo.
El General murió a los 12 . "Ya era muy viejito”, recuerda Pabel Ramos.
Ludovico enfermó después de que unos visitantes lo alimentaron con huesos de pollo.
Es que los canes que trabajan en el cementerio no pueden ingerir cualquier alimento, porque gozan de una dieta especial recomendada por los veterinarios de la Alcaldía de La Paz que están a cargo de su cuidado.