"Andá, nos vemos en La Paz”, esa frase es parte de una de las dos versiones de cómo Renta, el can adoptado por la marcha de las personas con discapacidad, llegó a ser parte de la caravana. La otra señala que es un ángel enviado para guiarlos en el camino.
Renta es el can que en la localidad cochabambina de Quillacollo se adhirió a los cerca de 200 personas que marchan rumbo a La Paz exigiendo un bono de 500 bolivianos mensuales. Como Bono, el can adoptado en la primera marcha en 2012, lleva el nombre de su petición.
En su descanso, camina lento, casi cojeando. Sus patas están cansadas y también necesitan atención. Sus ladridos suenan roncos de tanto "gritar”, pero su lealtad no se quiebra y encabeza sin dudar la columna que avanza por la carretera a La Paz.
"Nos ha seguido desde Quillacollo, ahí lo hemos adoptado. Le gusta ir adelante y nos cuida. A ladridos hace parar los autos para que entremos en la carretera y grita con nosotros: ‘renta o muerte’ cuando protestamos”, dice Prima Isidro.
Cuando fue adoptado le entregaron un collar -que les fue donado- en el que cuelga una pequeña placa con la inscripción de su nombre: "Renta”. La placa es mostrada con orgullo siempre que alguien pregunta por él.
Sin embargo, ésta no es la única versión. Wilson Irala, quien carga la cruz que encabeza la marcha, asevera que Renta es el can de un joven con discapacidad que al no poder sumarse a la caravana, envió a su mejor amigo como su representante.
"Al llegar a Quillacollo salieron varios muchachos con discapacidad o que tenían a un familiar en esta condición. Ahí uno dijo ‘mi perro acompaña y cuida a las personas que están en sillas de rueda, él les va a seguir. Andá (Renta), nos vemos en La Paz’, le dijo”, relata según su versión.
Asegura que por eso está acostumbrado a caminar por delante de las sillas, a abrir paso, a no permitir que extraños se les acerquen y a recibir y dar caricias "cuando uno está tumbado de cansancio”.
A lo largo del camino, policías de la patrulla caminera, efectivos de Tránsito o de las trancas, al igual que comunarios y voluntarios, lo han tentado a quedarse con ellos, pues pareciera que tiene algún entrenamiento. "Pero no se va, es fiel a la causa. Se niega a dejarnos”, asegura Prima.
En Patacamaya, Renta también descansa en su colchón, con sus propios ungüentos para el dolor de sus patas y recibe su ración de agua y comida, al igual que todos.
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