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domingo, 2 de diciembre de 2012

Canoterapia, cuando un perro es la mejor medicina

Se llama Gertrudis y ella es el lazo que conecta a niños y jóvenes que tienen algún tipo de discapacidad con el mundo. A través de un lenguaje que trasciende las palabras y una paciencia infinita, estos perros del Centro de Adiestramiento de Canes detectores de Droga de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) forman parte de un programa de canoterapia, que se lleva a cabo desde inicios de 2011 bajo la supervisión de dos profesionales.

La canoterapia es una técnica asistida que forma parte de un proceso de rehabilitación mediante la interacción entre el perro y el paciente.

El objetivo de la terapia es mejorar la socialización y estimular la comunicación, la afectividad y el estado físico de los pacientes.

Las sesiones de canoterapia en este centro de adiestramiento, ubicado en la zona de Aranjuez, son gratuitas y se desarrollan entre juegos didácticos, música, paseos y risas. Esta dinámica forma parte del tratamiento a personas con retraso mental, trastorno de las habilidades motoras, de desarrollo, de aprendizaje, de ansiedad y déficit de atención con hiperactividad.

“Es una iniciativa que nace con la finalidad de ayudar a las personas con algún tipo de discapacidad para que puedan mejorar sus habilidades en diferentes campos de la vida”, explica el jefe regional del Centro de Adiestramiento de Canes detectores de droga en occidente, teniente Jorge Mercado.

Y es que para los padres que llevan a sus hijos a las sesiones se trata de una opción que puede cambiarles la vida. “Benjamín no caminaba bien, necesitaba ayuda. Ahora lo hace sólo, con seguridad y da paseos con los perritos”, dice Margarita Palacios, la madre del joven de 19 años que tiene síndrome de Down.

Hasta hoy, al menos 17 niños y adolescentes con diferentes tipos de capacidades diferentes han asistido a las sesiones de canoterapia y han logrado avances positivos.

“No hay mejor psiquiatra en la tierra que un cachorro lamiéndote la cara”, escribió el autor estadounidense Ben Ames Williams. Esta frase se hace realidad una y otra vez en las sesiones de canoterapia, porque los perros dan un amor que no conoce de límites.

Hoy toca realizar una de las primeras sesiones grupales. Gertrudis, una golden retriever de tres años, entrenada especialmente para ese trabajo en el Centro de Canes Detectores de Droga en El Paso, Cochabamba, es abrazada y acariciada por Juan Pablo, Joyce y Benjamín. Los tres tienen síndrome de Down.

Pequeños pasos, grandes logros

Guiados por la psicóloga del Centro de Adiestramiento de Canes Detectores de Droga, Rayza Andrade, se inicia un juego. Con una mirada que transmite una dulzura capaz de conmover al más insensible de los mortales, Gertrudis camina con aros de plástico de varios colores en sus patas y orejas.

Mientras los tres pasan sus manos por su pelaje casi dorado, son motivados a agarrar los aros y acomodarlos, según su tamaño, en una vara de madera. Aquí toda actitud y participación se celebra.

Luego llega el turno de trabajar con Joyce Ávila, de 14 años. Ella tiene un conjunto de cartas con dibujos de animales, que va reconociendo uno a uno, para después mostrar las cartas a Gertrudis y tratar de imitar el sonido que hace el animal. “Pío, pío, pío...”, dice, mientras muestra la carta de una gallina.

“Con las cartas facilitamos su aprendizaje sobre animales y otros temas”, dice Andrade.

Para Regina Palacios, la madre de Joyce, ahora su hija tiene mayor nivel de concentración e independencia. “Es más tranquila y presta más atención en las cosas que hace”, asegura.

A Juan Carlos, de siete años, le toca “vestir y desvestir” a Gertrudis de forma correcta con un chaleco y un distintivo de la Policía y, aunque tiene problemas para hablar, ha aprendido a expresar con firmeza cuándo las cosas le salen bien, mal o si necesita ayuda.

A la terapia también asiste su hermana Alexandra, que aunque no sufre ninguna discapacidad aprovecha para entender cómo se expresa su hermano, con el fin de crear un lazo con él.

“Ahora corre, salta y juega. Antes no lo hacía, pero además es importante que él se sienta querido como las demás personas y que ella se dé cuenta de que tiene un hermano con necesidades especiales y por eso vienen juntos”, dice la madre de ambos, Alejandra Guarachi.

La sesión finaliza con Benjamín. Andrade le ayuda a sostener una pelota de tenis para que la lance y Gertrudis la busque. La golden retriever recoge la pelota para devolvérsela, como si fuese la acción más gratificante. Él agradece poniendo sus manos sobre su cabeza mientras ella lo mira atenta sin importarle nadie ni nada más a su alrededor.

Actualmente, Gertrudis, Patrick y Pompón son los perros adiestrados para acompañar este tratamiento en La Paz. La pasión de Andrade y Mercado por el adiestramiento de canes se ha unido con el interés de ayudar, lo que dio como resultado un trabajo más que reconfortante.

Una vez terminada la clase es difícil alejar a los pacientes de Gertrudis. La perrita los despide con la misma mirada atenta con la que los recibirá la próxima vez cuando lleguen para su sesión de terapia.

Las relaciones profundas con estos animales abren mundos distintos para estos niños y jóvenes.

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