Dos realidades distintas, unos reciben el cariño mientras otros buscan la manera de sobrevivir; unos tienen hogares afectuosos mientras otros sólo se tienen unos a otros; unos comen deliciosos manjares mientras otros buscan las sobras de la basura, pero todos son compañeros fieles que nunca abandonan ni reclaman.
“Era tan humano que sólo le faltaba hablar”, cuenta la familia Méndez en el momento del postrero adiós a su perro Boby. Lo enterraron a la entrada de la casa, porque dicen que ahuyentará a los ladrones.
En sus 12 años de vida, Boby se había ganado a toda la familia, a todos les había dado una muestra de cariño, en las buenas y en las malas. Nunca le faltaba comida ni afecto, por ello el momento en que por una infección intestinal partió de este mundo, dejó un enorme vacío.
La suerte de muchos perros no es la misma, porque otros no tienen que comer, son expulsados de casa y se ven obligados a buscar el sustento junto a una jauría, o simplemente, como dice Alberto Cortez en su canción al perro callejero, se “comen de golpe todas las estrellas”, porque mueren debajo de las ruedas de un camión.
Dicen que la enseñanza con el ejemplo es mejor que las palabras. Un cuadro de la realidad muestra como un perro acompaña a su compañero que perdió la vida tras ser atropellado por un automóvil. Lo que llama la atención es que estando en plena vía, donde aún siguen transitando las movilidades, el can no se aleja del lugar, arriesga su vida para proteger el cuerpo, señala Katty recordando lo que hace años observó en plena curva de la plaza Ballivián de la ciudad de El Alto.
En la urbe alteña existe una considerable población canina abandonada de la cual no se tiene un dato preciso. “A un 50% los tienen en casa y al restante los botan de ella. Como los dejan a su suerte algunos no están acostumbrados, salen a la calle y los atropellan. A diferencia de ellos, el abandono de gatos se da en menor porcentaje, en realidad nadie vota al gato, ellos se escapan”, señala Carmela Aruquipa, una profesional en veterinaria.
La mayor parte de los perros callejeros andan en jaurías, son grupos de tres canes o más para hacerse compañía y protegerse, algunas veces rivales a la hora de deleitarse con un bocado, otras veces compañeros a la hora de cobijarse entre ellos y brindarse algo de calor para contrarrestar las frías noches.
El destino que les espera fuera de sus hogares puede ser ingrato; además de que pierden la vida tras atropellos, deben rebuscar entre la basura para encontrar alimentos tratando de esquivar el veneno que algunas personas les colocan para evitar que perjudiquen su cotidianidad, a otros se los puede encontrar en restaurantes y puestos de venta de comida de donde son alejados con piedras, agua hervida o son golpeados con palos.
Por su parte, Juan Paucara Quispe, encargado de la Veterinaria Braco de la zona 16 de Julio, aseguró que otro de los riesgos es que “los perros echados a la calle pueden adquirir el mal de rabia y parasitosis que afecta su salud y los pone en riesgo”.
“Si van a querer un animal para botarlo a la calle es mejor que no lo tengan, porque sufren y les pasa cualquier cosa”, agrega.
“Los botan cuando son grandes y ensucian la casa. Muchas familias sólo quieren perros para que cuiden su hogar, pero cuando les hacen renegar los pegan y los mandan a la calle. En mi caso, traje a mi perrito para que nos acompañe, sobre todo a mis hijos les gusta, ya tiene ocho meses y cuando esté ya mayorcito no lo voy a botar, tampoco quiero regalarlo a mis primos porque lo pueden maltratar, prefiero hacerlo dormir”, dijo Marcela, vecina de la zona 16 de Julio, lugar donde vive y tiene su negocio; allí cuida a sus tres hijos y al que considera el cuarto lo llama “Oso”.
Los animales causan ternura cuando son pequeños, es por eso que muchos los adquieren, los alimentan y bañan cuando son pequeños pero cuando crecen algunas familias ven la forma de alejarse del animal y optan por distintas opciones desde acabar con su vida por medio de una inyección letal hasta envenenarlos o abandonarlos en las calles.
“Mi esposa es la que se encargaba de cuidar a Locky (nombre del can) desde pequeño, era como un niño, le bañaba, vestía y alimentaba; pero cuando ya creció ya era incómodo tenerlo en el hogar, lo sacamos al patio, pero como ya empezamos a trabajar con mi esposa era difícil hacerse cargo de su higiene, optamos por sacarlo a la calle pero los vecinos se molestaban porque era como su nombre dice ‘loco’ y asustaba a la gente, entonces lo devolvimos a las personas que nos lo habían regalado, unos familiares, ellos luego lo envenenaron”, señaló Freddy Beltrán, vecino de Alto Lima.
Finalmente, Katty y Marcela coincidieron en señalar que se deben buscar otras alternativas para el diario vivir de estos cachorros. El hecho de sacarlos a las calles no soluciona el problema, al contrario puede derivar en otro tipo de conflictos, “porque cuando no tienen que comer buscan lo que pueden en los basureros y esparcen todo, ensuciando la calle. Hay perritos que se hacen echar con agua hervida cuando miran a las comideras de los restaurantes y otros, peor todavía, cuando no saben andar o cruzar las avenidas las movilidades les pisan. Los animalitos en la casa son una compañía, no hay que mirarlos como un problema”, expresaron.