En un estudio reciente se encontraron 218 especies de aves que frecuentan entornos urbanos.
Los científicos han descubierto diversas estrategias o cambios de comportamiento de los animales para adaptarse a la vida en ciudad, algunas de ellas sorprendentes, como el perder el miedo a los humanos: el caso más conocido es de las palomas.
Experimentos realizados demuestran que el crecimiento de las palomas urbanas se debe, sobre todo, a la gran cantidad de comida directa o indirectamente generada por las actividades humanas. Por ello, además de haber perdido el miedo, han aprendido incluso a reconocer a las personas que les dan de comer de forma regular.
Las urracas también son capaces de este tipo de aprendizaje. Y como casos curiosos, los gorriones que vuelan sobre sensores que abren las puertas de los supermercados para abrirlas y robar comida, o las cornejas en Japón, que han aprendido a tirar nueces por donde pasan coches para que les ayuden a romperlas.
Acortar la distancia de huida: es la estrategia del mirlo, que realiza así sus actividades sin que le perturben los humanos. Cambiar el horario de actividad: es el caso de animales como el coyote o el oso negro, para evitar el contacto con humanos.
Aumentar la frecuencia y duración del canto de las aves: se cree que sirve para transmitir mejor el canto cuando hay ruido.
Incorporar a su dieta nuevas fuentes de alimento asociadas a la actividad humana, como frutos de árboles ornamentales o basura: al disponer de comida en abundancia, en muchas ocasiones estas especies se vuelven más sedentarias.
Como las ciudades ofrecen recursos abundantes poco utilizados, y suelen contener menos depredadores especialistas, se produce el riesgo de que se conviertan en plagas urbanas.
Aprovechar la contaminación lumínica: los murciélagos y algunos pájaros se han especializado en comer los insectos acumulados bajo las luces por las noches. En otros casos, se ha observado pájaros que cantan a destiempo por culpa de la luz artificial. Pérdida de biodiversidad y especies invasoras. Los científicos desconocen el número exacto de especies que viven en ciudades, aunque para algunas, como las aves, hay varios censos.
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