Texto: Cecilia Dorado N. / Fotos: Max Toranzos
Más de un centenar de bandejas y platos hondos metálicos relucen sobre el mesón. Poco a poco se van llenando de pedazos de choclos, algunas verduras y trocitos de frutas hasta formar una especie de un festín multicolor. Es un bufé saludable y nutritivo para cerca de 2.000 animales del zoológico municipal de Santa Cruz y que en época de invierno se refuerza con más carbohidratos.
Nada está en mal estado, todo está tan apto como para el consumo humano. Los alimentos, conservados en enormes heladeras, son lavados y están listos para ser utilizados. Guadalupe Cardona lleva siete años trabajando en la cocina del zoológico y cuando debe faltarse por alguna enfermedad dice extrañar a los animales. “Son como un bebé, hay que cuidarlos todos los días”, confiesa la mujer de botas blancas y una enorme bolsa negra amarrada a su cintura en forma de mandil para no mojarse al lavar alimentos y recipientes.
Enseguida pica unas 30 manzanas. Otras dos funcionarias toman dos racimos de plátanos y los parten en pedazos, los con cáscara serán para loros y parabas, mientras los pelados, para las pavas y tucanes. Para estos últimos, la fruta debe ser picada en cubitos porque tienen picos más largos. Las uvas son el deleite de los tucanes.
Más del 60% de los animales del zoo son aves, agrupadas en 130 especies, por lo tanto, gran parte de la comida es para ellas. Las frutas del verano como papaya, piña y sandía abundan en su dieta, a la cual les agregan semillas, girasol, maíz, choclo y sorgo, además de alimento balanceado para canes y algunos vegetales.
“No faltan suplementos vitamínicos que se les pone dos veces al mes para reforzar alguna deficiencia nutricional”, explica la veterinaria Margoth Ugarteche, que hace 10 años trabaja allí.
En otro ambiente, un funcionario recoge carotes y yuca en una carretilla y los parte en dos. Serán para más de 20 taitetuses o chanchos de monte.
En otros recipientes pican zanahorias en rodajas, vegetales como alfalfa, lechuga y zapallo, además de plátanos con cáscara para los ciervos. El mayor de estos animales tiene seis años y el menor tres. Esta misma dieta es para las tres urinas, las dos antas y las cuatro capihuaras del zoo. También se les da alimento balanceado de bovino para mejorarles el pelo.
Los preparativos del gran bufé empiezan todos los días a las 7.00 y hasta las 9.00 ya deben estar distribuyéndose a las diversas jaulas, antes de que empiecen a llegar los visitantes, porque los animales se ponen nerviosos.
Los ‘comensales’ nocturnos, como arpías, lechuzas, chiñis (aves) y gatos montés, esperan su ración hasta las 16.30.
Las especies carnívoras como arpías, las aves carroñeras y de rapiña comen carne de res o cogote de pollo todos los días y carne de caballo día por medio. Las más grandes consumen hasta medio kilo. A los cóndores, de los Andes y de los llanos, les encantan los restos de vísceras como pulmón, hígado o cogote de pollo. Una vez a la semana les dan pollitos o ratones vivos para que no olviden su esencia de aves cazadoras y así mejoren su comportamiento en cautiverio.
Las garzas y gallaretas (semiacuáticas) reciben su porción de carne, además de vegetales.
En la cocina hay una especie de manual con los días y la cantidad que debe comer cada animal. Cada uno ha sido bautizado con un nombre para no confundirlos. Tal es el caso de Enano, un jaguar que come 2,5 kilos de carne al día; o Trueno, que consume un kilo diario.
Otros, como los tigres Selva y Tomacina, esperan su porción saltado un día. Cada uno pesa entre 60 y 90 kilos.
Aunque casi todos los alimentos son crudos, también se hace cocer una porción de quinua, remolacha y zanahoria para convertirlas en una especie de masa con un poco de pan integral molido o harina de pescado para las pavas, los tucanes y flamencos.
Dar de comer a los animales no es una tarea fácil. En el aviario, por ejemplo, hay un par de garzas silbadoras que emiten un silbido casi humano y no dejan de picotear a quien se les aproxime, al punto de provocarle heridas.
Cuando las temperaturas empiezan a descender y el ambiente se torna seco, entre mayo y agosto, las aves dejan de comer tantas frutas y consumen más carbohidratos como cereales, maíz, maní y pan, porque necesitan más calorías para afrontar el frío.
Los carnívoros comen más carne y duermen más temprano, mientras que los monos reducen los vegetales y las frutas para consumir más alimento balanceado (que evitará problemas en su piel), plátano y pan con leche que tienen mayores calorías.
Todo esto se complementa con el suministro periódico de vitaminas y minerales para evitar problemas en la piel, caída de las plumas y hasta destrucción de los picos por falta de calcio.
También se les da el abrigo necesario. A los mamíferos, como los monos, les ponen más troncos huecos para que se refugien y a las aves, se las tapa con lona. Con el frío, los mamíferos pueden sufrir dolores de articulaciones (adultos), problemas respiratorios, tos y hasta neumonía, al igual que las aves.
Los reptiles son un asunto aparte. Henry Ruiz Osta, un joven venezolano, alto y de tez morena, lleva años dando de comer a estos animales. Toma un balde con unos 30 cogotes de pollo en un poco de agua, se pone guantes quirúrgicos y sale rumbo al encuentro con los 24 yacarés. Algunos están en una isla artificial y otros en una enorme pecera.
A unos cuatro metros de distancia, empieza a tirar los cogotes que son alcanzados por las feroces mandíbulas de los reptiles, algunos se ocultan ante la presencia del fotógrafo y prefieren atrapar su presa en el fondo del agua. Según Henry, son los más peligrosos, incluso más que las víboras, por su reacción rápida y su potente mordida.
Hace unos dos años, un yacaré le provocó heridas profundas en su pierna izquierda y la mano derecha. “Lo tomo como algo normal, es un gaje del oficio”, dice Henry con voz serena.
A las víboras les da de comer cada ocho o 15 días. Como gastan poca energía, su digestión es lenta. Comen pollitos, lagartijas, ranas y ratones. Se aprovecha la época de calor para alimentarlas bien, ya que en invierno consumen muy poco. Incluso se les debe ayudar a su digestión poniéndoles calefacción para mantener el ambiente a 34 o 35 grados centígrados, de lo contrario no comen. Las boas son las más grandes, llegan a medir 2,5 metros de largo y pesan 21 kilos. No son venenosas, pero muerden. Y a las pequeñas hay que darles de comer con pinzas.
Las iguanas también son comensales de Henry. Están en el aviario, semicamufladas entre la vegetación y se deleitan con pedazos de papaya, piña y plátano.
Alistan más atractivos
Este año se tiene previsto iniciar la contrucción del ‘paseo de los felinos’ donde jaguares, pumas, tigres y tigrillos gozarán de mayor libertad y recreación, según el director del zoológico municipal, Mario Escalante. “El bienestar de los animales es nuestra prioridad”, enfatiza. Hoy se está ampliando el acuario con tres megapeceras (una en forma de piscina), además de 18 peceras nuevas para reproducción y cuarentena. También se contratará a un consultor que brindará programas de educación ambiental a estudiantes y otros visitantes en el auditorio del zoo. Escalante asegura que se están haciendo gestiones para que se puedan desarrollar más trabajos científicos, convenios y hasta intercambios de animales con otros zoológicos del mundo.
Bolsas, pipocas y dulces son dañinos
Todo lo que no esté dentro de su dieta autorizada, puede ser fatal para un animal. Las papas fritas, pipocas, galletas, pororó, dulces y otros alimentos que les dan los visitantes, además de las bolsas que botan fuera de los basureros, son sus peores enemigos.
Los mamíferos pequeños, como los monos, pueden sufrir problemas gástricos, irritaciones, diarreas o llenarse de parásitos. Las aves también son víctimas de infecciones intestinales por las mismas causas.
“Mucha gente dice, ‘pobrecitos, no les dan de comer’, y les tiran todo tipo de alimentos, sin respetar su dieta especial que se les da en los horarios establecidos”, lamenta la veterinaria Margoth Ugarteche.
El mayor problema para los venados son las bolsas. Como tienen un sabor salado (por las papas y pipocas) o dulce se las tragan y se van acumulando en su estómago, hasta que un día, sobre todo cuando hay cambios bruscos de clima, les vienen cólicos, les falta oxígeno y mueren por un paro cardíaco.
La mayoría de los casos son fatales. La única forma de prevenir sería haciéndoles una endoscopía, pero la anestesia es de alto riesgo para estos animales.
Los pedazos de vidrios, latas, agujas u otras cosas cortantes son consumidas por los piyos y pueden llegar a morir porque les perfora la molleja.
Para César Meza, administrador del zoológico, muchos visitantes incluso tienen actitudes de vandalismo, porque molestan a los animales, destrozan las jaules y dañan otra infraestructura. “Lamentablemente nos falta mucha cultura”, se queja.
El zoológico se creó hace 32 años y trabaja con 24 funcionarios de planta, además de 18 personas de apoyo en las labores de mantenimiento, limpieza y cocina, contratadas en un servicio terciarizado.
Con relación a la alimentación de los animales, hay dos empresas contratadas, una para la provisión de alimentos frescos y perecederos y otra para balanceados, semillas y cereales. En ambos ítems, se invierten anualmente Bs 1.190.567.
Las empresas están obligadas a reponer, en máximo 48 horas, cualquier alimento que no cumpla con las condiciones y el buen estado exigidos por el zoológico.
Al zoo llegan animales desnutridos y mutilados
Pipoca (der) es un mono araña hembra de solo cuatro meses de vida. Sus exdueños, que lo habían comprado en un mercado, lo donaron al zoológico cuando tenía dos meses. Estaba desnutrido y sin pelos. Ahora toma leche con Nestum, hierro y vitaminas.
En la actualidad existen cinco monitos en la clínica del zoológico rehabilitándose, tres aulladores y dos araña. Por lo general, los cazadores matan a la madre para atrapar a los bebés y venderlos en los mercados. La gente los compra y les da cualquier alimento hasta que les vienen cólicos o mueren por neumonía.
La destrucción de mangales y otras áreas verdes urbanas ha provocado la proliferación de animales silvestres. En el caso de losmonos, muchos vecinos se asustan y los golpean provocándoles fracturas. A las aves, incluso les producen mutilaciones (sin ojos, sin alas). Así los llevan al zoológico, pero no son recibidos porque ni cuidándolos pueden ser exhibidos.
Los gatos son considerados como la principal plaga que acecha el zoológico.
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