Alguien acotaría después “pero depende del perro”, pues efectivamente no es lo mismo ser mordido por un can callejero que por Lassie, Rin Tin Tin o el Comisario Rex. O por Checker, el perrito del presidente Nixon que mordisqueó a un colega en la Casa Blanca. Al día siguiente el caso salió en primera plana con la foto' del perro.
Todo esto tiene que ver con la extrema sensibilidad que tienen ciertos sectores estadounidenses con los animales, cualidad que bien puede ser aprovechada por la política.
La historia de la perrita “Rachet” conmovió a mucha gente, pues se trata de un animalito recogido en un campo de refugiados en Bagdad y que un militar norteamericano quería llevarse a vivir a su país. Los periodistas tomaron el caso y lo convirtieron en una clásica “Human Interest Story” que los cínicos describen como “historias que hacen derramar una lágrima”.
Pero esa historia terminó pronto, duró poco.
En cambio quizá algunos memoriosos recuerden el caso de las tres ballenas jóvenes atrapadas por el hielo en la ciudad más lejana de los Estados Unidos, Point Barrow, en Alaska.
A principios de octubre de 1988 un esquimal descubrió que tres ballenas estaban cautivas en un bolsón en el hielo y sin salida a mar abierto.
Eran los días previos a las elecciones y George Bush padre se batía con el demócrata Dukakis en una pelea difícil.
El tema de las ballenas desvió inmediatamente la atención pública y el hábil Ronald Reagan, el presidente saliente, ordenó el salvataje de las ballenas.
La aviación, la marina y los guardacostas, todo fue movilizado para liberar a los cetáceos de su trampa e incluso la Unión Soviética ofreció enviar sus poderosos rompehielos para auxiliarlos.
Fueron días de enorme tensión mediática, pues decenas de periodistas llegaron hasta esa frígida zona para seguir de cerca las maniobras que al final resolvieron los propios esquimales cuando abrieron un camino en el hielo para obligarlas a salir y juntarse con las ballenas que migraban hacia el sur.
El costo del salvataje fue de millones de dólares pero tuvo un efecto mejor: ablandó el debate entre Bush y Dukakis y el reforzado prestigio de Reagan arrastró al primero hasta hacerlo ganar las elecciones.
¿Era la perrita Rachet “la ballena” que necesitaban Bush Hijo y Mc Cain? Puede ser. Pero la campaña mediática para hacerla estadounidense no fue, ni de lejos, como aquella de las ballenas de hace 20 años.
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