Por eso una pareja, Svetlana y Yuroy, decidieron darle un hogar y tratarle como a un hijo en Moscú, Rusia.
Desde entonces han pasado 23 años
y el oso ya es uno más de la familia,
en todo sentido de la palabra.
Ve la tele con sus padres adoptivos, riega las plantas, lee con Yuroy e incluso juega al fútbol.
“Le encanta la gente y es un oso muy sociable. No es agresivo en absoluto y jamás nos ha mordido”, revela Svetlana con orgullo.
El mayor problema es su dieta: engulle 25 kilos de pescado, verduras y huevos al día, aunque también ocupa su tiempo en salir en películas y anuncios publicitarios. No se le puede negar que tiene una vida agitada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario