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lunes, 22 de julio de 2013

Comercio de la “buena fortuna” aniquila a la fauna silvestre

“Si manejas la lengua de oso hormiguero en tu billetera nunca te faltará plata”, “Los contrabandistas usan el hocico de zorro para que la Policía nunca los atrape”, “El caballito de mar atrae la buena suerte”, son algunas de las recetas que vendedoras de la sección de q’oas en el mercado La Pampa ofrecen. Animales disecados o algunas partes de ellos son ofrecidos como amuletos que avivan el gran comercio de la “buena fortuna”.

Después de la destrucción del hábitat, la demanda de animales para rituales y prácticas populares es la segunda causa de la reducción de especies en peligro de extinción de Bolivia, según datos del Museo de Historia Natural “Alcide d´Orbigny” de Cochabamba.

Otras prácticas, que incorporan el uso de animales, están orientadas a los rituales ancestrales de reciprocidad con deidades como la Pachamama (Madre Tierra), el Tata Inti (Padre Sol) y los Achachilas (dioses tutelares de las montañas). En estas prácticas se muestra la incorporación, principalmente de sullus (fetos) de llamas, ovejas y vicuñas, entre otros.

La medicina tradicional y prácticas populares para la curación de algunos “males” son también actividades que requieren, en menor grado, la utilización de animales.

Frente a la amenaza que sufre la fauna silvestre en Bolivia, pero también debido al reconocimiento y protección del Estado a las prácticas culturales de sus 36 naciones indígenas, en Bolivia existe una fuerte contradicción en la Constitución Política del Estado (CPE) y también vacíos legales para su regulación y control.

El artículo 299 de la CPE, en su inciso II, señala que el Estado es responsable de preservar, conservar y contribuir a la protección del medio ambiente y fauna silvestre.

Por otro lado, el artículo 42 inciso III dispone que la ley regulará el ejercicio de la medicina tradicional y garantizará la calidad de su servicio.

El jefe de la Unidad de Medicina Tradicional del Servicio Departamental de Salud (Sedes), Jesús Gómez, afirma que la medicina tradicional utiliza algunos animales para curar males extraños de la personas, pero que estos casos sólo se presentan una vez al año.

Según Gómez, las prácticas ancestrales y tradiciones están siendo distorsionadas y exageradas por k’apachaqeras o q’oeras (vendedoras de la mesa ritual en base a la planta aromática, q’oa).

“Las q’oeras juegan con la subjetividad de las personas haciéndoles creer que manejando la lengua de un oso o q’oando con un sullu grande, la fortuna será mayor, y eso no es así”, afirma la autoridad.

En la práctica de la medicina tradicional, Bolivia reconoce a todos los médicos de las 36 naciones originarias, entre éstos, a los yatiris, aysiris, herbolarios, parteras y otros que hacen uso de la sabiduría ancestral con plantas medicinales, minerales y otras energías de su entorno.

LAS Q’OAS

Cada primer viernes de mes, las calles céntricas de la ciudad se llenan de humo cuando cientos de comerciantes se disponen a q’oar para pedir más clientes y dinero.

Gómez explica que el sentido de la q’oa no es pedir sino agradecer y convidar a la Pachamama, y que tampoco tiene que realizarse con sullus u otros animales, y menos ser una actividad de todos los primeros viernes.

En un artículo publicado por el amauta José Illescas, éste explica que en la antigüedad las mesas se las realizaba en el contexto de una sociedad de abundancia, donde un grupo selecto de autoridades ofrendaban oro, plata, coca y maíz, a nombre de toda la comunidad.

Gómez ratifica esta afirmación señalando que las ofrendas sólo se realizaban con autoridades y gente conocedora en lugares estratégicos y alejados del bullicio.

En la actualidad, la ofrenda a la Pachamama se la realiza al interior de un negocio o un domicilio particular, acompañada muchas veces de música ruidosa y reuniones de amigos y vecinos.

Según el yatiri Mario Ramos, la mesa ritual varía según la región. En los valles, por ejemplo, la mesa ritual contiene básicamente la q’oa (planta aromática), misterios (tabletas cuadradas de azúcar), coca, canela, azúcar, retama, claveles -rojo y blanco-, confites (dulces), romero, tupu (planta de hojas lanceoladas) y la grasa de llama, pero no un sullu.

La oferta de las comerciantes de q’oa se amplía a ofrecer sullus en todos los tamaños y especies, llama, oveja, vicuña y chancho, además de quirquinchos, estrellas de mar, caballitos de mar, entre otros.

Ramos señala que el uso de sullus o sacrificio de llamas era reservado para altas autoridades y sabios andinos. “El hecho de que la q’oa contenga el sullu más grande o esté armada con más cosas no le traerá mayor fortuna”, afirma ramos.


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