El ave fue registrada por primera vez en 1935 en La Paz, según el Libro Rojo de la fauna silvestre de vertebrados de Bolivia, pero no fue vista más sino hasta 2011, explica la bióloga Isabel Gómez, responsable del área de Ornitología de la Colección Boliviana de la Fauna (CBF).
Proveniente de la familia de las remolineras, la cinclodes posee un poderoso pico para su tamaño, con el que escarba y busca los insectos que habitan en los musgos de los queñuales. Además, su garganta es blanquecina, el vientre café tiene jaspes blancos y pesa cerca de 50 gramos.
Gómez tiene muy presente su primer contacto con la remolinera real, cuando evaluaba los bosques de la Cordillera Real en La Paz. “Fue bastante sorpresivo, se consideraba que estaba extinta en Bolivia, por eso cuando la vimos nos extrañamos mucho, luego volvimos para cuantificarlas”, cuenta la bióloga paceña que además pudo tomar una fotografía de esta rarísima ave.
La remolinera real, llamada así por la Cordillera Real, se encuentra en la Cumbre, más abajo cerca de Pongo, también fue vista en el camino hacia Unduavi y en algunos sectores del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado de Cotapata, pero también está en Apolobamba en el Madidi, no obstante el área donde solía volar libre cada vez se reduce gradualmente.
“Una pareja puede vivir en cuatro hectáreas y aunque en Apolo hay bosques de mayor extensión, aún así su hábitat es cada vez más pequeño”, explica Gómez.
“El 93% de los bosques donde se ha observado la especie presenta perturbación humana”, indica por su lado el Libro Rojo.
La tala en los bosques de las cabeceras de los Yungas, para habilitar nuevos espacios para la agricultura, está matando además de los queñuales toda la microfauna o insectos que vivían el ellos, por lo que el alimento para las remolineras cada vez es más escaso. “Como no existe un manejo del fuego, las llamas atizan todo y ayudadas por el viento se expanden hasta quemar capas de musgos e incluso algunos pequeños árboles”, cuenta la bióloga.
Otra de las amenazas es el pastoreo del ganado, que comenzó a devorarse la capa del musgo de las piedras y ramas— se lee en el Libro Rojo—, además de todo forraje, que desaparece con rapidez.
Y aunque existe un programa denominado Estrategia para la conservación de los bosques de Polylepis y su biodiversidad en Bolivia, los biólogos creen que se deben establecer mecanismos binacionales con los peruanos, donde también fueron vistos algunos especímenes de esta cada vez más diezmada población de aves.
En la Cordillera de Carabaya, una cadena montañosa situada en el sureste del Perú, en la frontera con Bolivia, existen contados ejemplares de la remolinera real.
Lo pocos que son dan idea del “peligro crítico” en el que se encuentra el ave, estadio previo a la declaratoria de “extintos”, de acuerdo con la UICN (Comité Español de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
En el mundo, informa Gómez, sólo quedan unos 250 individuos, y en Bolivia no pasarían del centenar. A ello hay que sumar el hecho de que su tasa de natalidad es muy baja; las hembras pueden depositar solamente dos huevos que, generalmente, son instalados en roquedales.
En noviembre aparecen los huevos y en febrero los pichones ya están en la etapa juvenil, listos para recibir sus primeras clases de vuelo de sus progenitores.
Con los nuevos asentamientos humanos llegaron las mascotas, especialmente gatos que se han convertido en los principales depredadores de los pájaros, enemigos de un grado que antes no había. “Quizás los gatos ‘de campo’ sean ahora una nueva amenaza para estas aves y sus huevos”, confirma Carlos Capriles, otro especialista que alerta sobre esa tendencia humana de llevar animales sin preocuparse por el entorno al que los introducen.
La situación de la remolinea real es muy delicada porque, a diferencia de otras especies que pueden buscar hábitats similares, las reinas de los bosques nublados no pueden hacerlo. “Es difícil que se adapten a otros ecosistemas. Viven en el mismo bosque por muchos años y no vuelan grandes distancias”, agrega Gómez.
La cinclodes es además endémica de La Paz y no se halla en otros departamentos.
Un salvavidas del ave
En 2004, la Asociación Armonía, con la que trabajó Gómez, empezó a estudiar la cantidad de remolineras en Bolivia. Los investigadores llegaron a la Cordillera Real para determinar su distribución, retornaron a las inaccesibles quebradas, donde algunas habían sido antes marcadas. Así se pudo revelar que no son capaces de buscar otros ecosistemas.
Casi de manera paralela, se trabajó también con los comunarios de las poblaciones aledañas a los queñuales. Allí, los biólogos hicieron énfasis en la reforestación, la educación ambiental y otras fuentes alternativas a la leña, con la utilización de cocinas de bajo costo energético y se elaboraron materiales de difusión sobre el especial pajarillo. No obstante, cree Gómez, se debe insistir en la educación para evitar la desaparición del ave.
“Hay que hacer un monitoreo permanente de sus poblaciones y actuar, sino sólo nos quedarán fotos y audios de cómo cantaban”, alerta.
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