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jueves, 24 de julio de 2014

Aves sin fronteras, 160 especies hacen de Bolivia su hogar

La llegada del crudo invierno es motivo suficiente para abandonar el nido. En busca de mejores condiciones de vida y para asegurar su alimentación, alrededor de 160 especies de aves elevan vuelo con destino a Bolivia, donde encuentran un refugio natural durante un periodo determinado.
Este tipo de migraciones, que puede concentrar a cientos de individuos por grupo, se realiza cada año como un mecanismo de supervivencia aplicado por generaciones, que podría verse afectado por la falta de conservación de hábitats naturales.
"A Bolivia llegan unas 160 especies de aves migratorias desde Norteamérica, Argentina y Chile, principalmente, cuando hay deficiencia de alimentación en su territorio. Muchas también se quedan en el país para reponer fuerzas y cuando pasa el invierno retornan”, explica la bióloga Isabel Gómez, responsable del área de ornitología de la Colección Boliviana de Fauna.
Desde territorios boscosos como Los Yungas y la Amazonía; hasta grandes humedales como el Lago Titicaca y las lagunas altoandinas, son espacios que este tipo de aves eligen para habitar durante periodos de hasta cinco meses, sin afectar al ecosistema ni al resto de las especies nativas.
Las condiciones climáticas durante noviembre y marzo permiten a estas especies encontrar alimento suficiente para subsistir. No obstante, al terminar este periodo, retornan a sus hogares para continuar su ciclo de reproducción.
Gómez explica que la mayoría de las especies viajan durante la noche y sólo algunas durante el día, como las águilas y zopilotes. Esto les permite evitar las horas críticas de calor, volar cuando los vientos son más uniformes y encontrarse con menos depredadores.
"Son rutas establecidas y lugares definidos en cada viaje. Memorizan la topografía del lugar, utilizan la posición del sol, la luna y las estrellas. También pueden basarse en el magnetismo de la tierra, como las brújulas”, afirma.
No obstante, cada especie también tiene una forma particular de realizar sus viajes anuales, sea por migración altitudinal, es decir permaneciendo en un país buscando diferentes altitudes; o por migración latitudinal, cuando cruzan de un continente a otro.
Entre estas últimas se encuentra el Busardo chapulinero (buteo swainsoni), un ave rapaz de alas anchas, largas y cola con franjas angostas. Esta ave migra desde el centro y sur de Norteamérica hasta el sur de Sudamérica, recorriendo hasta 12.000 kilómetros en dos meses.
También se puede encontrar de paso al Aguja café (limosa haemastica), que llega desde Canadá y se caracteriza por realizar largos vuelos sin escalas, tomando la ruta de la costa del Atlántico.
De todas las especies que habitan en Bolivia, el Flamenco Chileno, que también habita en Chile y Perú, migra a partir de mayo hacia el sur de Brasil y Ecuador en busca de un clima más cálido, y retorna a su territorio a fin de año para reproducirse.
La ornitóloga Carmen Quiroga asegura que si bien la llegada o partida de éstas y otras especies no genera ningún impacto en el ecosistema, el mayor problema es que pueden hallarse en peligro si encuentran los hábitats destruidos.
"Con eso nos referimos a la contaminación y alteración de ríos, la tala de bosques, la deforestación, construcción de represas, desecación de un humedal..., todas esas actividades que pueden afectar a las aves”, agrega.
Para revertir este hecho, desde 2006 se realizan campañas anuales a nivel mundial para ofrecer información y generar reflexión sobre esta problemática y, de esa manera, inspirar la conservación de las aves migratorias y sus ecosistemas en todo el mundo.
Estas campañas están organizadas por dos acuerdos internacionales sobre la vida silvestre, administrados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA): la Convención sobre Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) y el Acuerdo de las Aves Acuáticas Migratorias de África y Eurasia (AEWA).
Este año, indica Gómez, el lema de la campaña es "Destino rutas aéreas: aves migratorias y turismo”, para destacar el vínculo entre la conservación de aves migratorias, el desarrollo de las comunidades locales y el turismo de observación de fauna silvestre.
"Una rica biodiversidad es una atracción para el turismo, y los espectaculares movimientos de las aves migratorias no son una excepción. Si se gestionan adecuadamente las actividades turísticas, como la observación o la fotografía de aves, pueden servir como base para una relación mutuamente beneficiosa entre la gente y las aves migratorias”, concluye.

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