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domingo, 24 de junio de 2012

De cazadores de huevos a papás TORTUGA

Durante 25 de sus 75 años de edad, Mario Sello Peso se dedicó a la pesca, una actividad común en las poblaciones que están a orillas de cuencas amazónicas bolivianas. Y no sólo de peces: en Pando, es muy típico comer peta (tortuga) y los huevos que pone ésta. El viejo pescador aún recuerda, casi sintiendo el rico sabor en la boca, cuando comía mushangué (huevo crudo batido con azúcar y leche). Entonces, la docena de ese producto se vendía a 25 bolivianos. Ahora, es un manjar que quedó en el recuerdo porque está prohibido recolectar los embriones de tortugas para su venta.

El año pasado, 49 personas de la asociación de pescadores de Porvenir y 47 de la organización respectiva de Puerto Rico recogieron más de 12 mil huevos en los ríos Tahuamanu y Orthon del departamento de Pando. Sin embargo, no los vendieron, sino que los sembraron, como parte del Proyecto de Repoblamiento de Quelonios Podocnemis unifilis y Podocnemis expansa lanzado por la Gobernación, con un presupuesto de 791.785 bolivianos.

En las playas de los ríos, a una profundidad de entre 15 y 20 centímetros, las tortugas desovan entre julio y septiembre. Los experimentados pescadores pandinos, acompañados de técnicos de la Secretaría de Medio Ambiente de la Gobernación, se encargaron de remover la tierra y sacar, con mucho cuidado, esos huevos, más pequeños que los de gallina.

Uno de los peritos explica que hay que extraerlos, colocarlos en una huevera y ponerles encima un poquito de la tierra en la que han estado enterrados, para que se mantengan como si no se los estuviese trasladando. Antes de este paso, tiene que haberse identificado la playa madre, “una playanga” extensa en la que se van a colocar los embriones. En Pando hay dos: una en el municipio de Puerto Rico y otra en Porvenir. El gobernador Luis Adolfo Flores cuenta como anécdota que la vez que se sembraron los huevos, se produjeron fuertes lluvias en la zona, hasta el punto de que hicieron peligrar el proyecto: la corriente los iba a sacar de la tierra, cortando el período de incubación, lo cual hubiese impedido la cría de los ‘bebés’. En medio de una noche tormentosa, los pescadores salieron al río para llevarlos a un lugar más seguro.

Una vez que los cascarones empezaron a romperse y asomaron las cabecitas de los pequeños quelonios, los pescadores se convirtieron en padres temporales de los reptiles. Mario fue uno de ellos. En el centro del patio de su sencilla casa en Porvenir, cerca del horno de barro, se construyó un rudimentario estanque de adobe cubierto con plástico. Allí crió a varias decenas de petas a las que cada día cambiaba el agua, lo único que le ha resultado más cansado, dada su edad y el reumatismo que le afecta desde hace años y que le retiró, hace ya tiempo, de la pesca.

Petas al agua

“Al principio eran ariscas”, cuenta el hombre, cuyo ojo izquierdo es de un azul muy claro (no puede ver con él).

Es el viernes 15 de junio y cuatro bañadores con más tortuguitas están en su patio. Mario las mira con algo de pena: ese día, parte de ellas va a ser puesta en libertad en el río que baña la ribera de Porvenir, calurosa y atestada de mosquitos.

“Sólo se va a liberar a las que miden, al menos, ocho centímetros”, dice Joslie Haraguchi, la técnica encargada del proyecto. Se arremanga los pantalones, se quita las chinelas y se mete en el estanque de agua oscura y maloliente. “¡Uy, uy, uy! Si no se apartan, las piso”, advierte en tono cariñoso a las asustadizas petas.

Con la ayuda de Joslie, de Mario y de otros técnicos de Medio Ambiente, las tortugas son trasladadas en camioneta a la plaza principal de la localidad, donde varias autoridades, entre ellas el presidente Evo Morales, aguardan el acto de liberación de unas 3.000 tortugas de las especies peta de río (Podocnemis expansa), taricaya (Podocnemis unifilis) y cupiso (Podocnemis sextuberculata). Ésta última, explica la encargada del plan, estaba registrada únicamente en Colombia, Perú y Brasil, pero recientemente se descubrió también en las cuencas de Pando. Sin embargo, “todavía nos falta hacer la parte de catalogación, vamos a enviar (muestras) a Santa Cruz para que nos hagan la taxonomía a fin de identificarla plenamente y así poder hacer todas las gestiones de inscripción”, argumenta Joslie.

Algunas crías han nacido con una extraña malformación: tienen cinco patas. También las hay con problemas de vista. “¿Y por qué algunas están ciegas?’”, pregunta el Presidente, mientras observa algunos ejemplares, antes de liberarlos. “Por el tema de las aguas”, le responden los técnicos locales. Aseguran que la calidad de los ríos ha disminuido debido a la búsqueda de oro, con el consecuente vertido de mercurio que se hace en las cuencas fluviales peruanas.

“Se está tratando de ver cómo vamos a hacer, porque nosotros, como Secretaría de Medio Ambiente, somos los que controlamos y fiscalizamos que ellos (los departamentos limítrofes peruanos) cumplan con los requisitos y asuman medidas de mitigación, en el caso de que estuvieran contaminando”. Pero “quienes son directamente responsables son los funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente (y Agua)”, explica Joslie.

Entre los depredadores naturales de los quelonios están los cocodrilos y algunos peces como el paiche.

Haya contaminación o depredadores, las mallas que contienen a las tortugas se levantan y decenas de manos las guían hasta el agua. Muchas se alejan nadando en el río, otras retornan a la arena: parecen extrañarse de estar en un lugar amplio y sin tocar el fondo, después de haber vivido en pequeños estanques y bañadores. En total, se ha puesto en libertad a casi 1.200 ejemplares. Otra cantidad menor volverá al río entre septiembre y finales de octubre, en diferentes puntos del Tahuamanu y el Orthon; cuando “estén dentro de la talla”, hace notar la técnica.

En julio ya empezará la nueva recolecta que se espera que alcance a los 15 mil huevos. Y Mario aguarda también ser, de nuevo, uno de los papás peta de la zona para conservar estas especies que son dueñas también, cómo no, de las tierras, mejor aguas, pandinas.

Los tres tipos de petas son de la misma familia

Las tortugas liberadas en el Tahuamanu pertenecen a la especie podocnemis, por lo que son muy similares físicamente: varían la forma del caparazón, la cantidad y distribución de manchas en la cabeza y el peso y tamaño.

La expansa es la tortuga más grande del país, según el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia (publicado en 2009). Mide entre 50 y 90 cm de largo y puede pesar hasta 60 kg. Se la conoce también como taricaya y se encuentra en peligro. La coraza es café-grisácea en tono oscuro. Es un animal importante para los bosques amazónicos, pues distribuye las semillas en las zonas inundadas. Pando se ha sumado a las medidas de repoblamiento y conservación de esta especie, como hace años se está haciendo en Beni.

La peta de río o unifilis está en estado vulnerable de conservación. Tiene un tamaño medio y las hembras son más grandes que los machos. Pesa entre 9 y 12 kilos.

El caparazón es café oscuro o negro. Su sensibilidad a los cambios la convierten en indicadora de las variaciones de su entorno.

La sextuberculata o cupiso es la de menor tamaño de las tres. No está registrada como especie que habite en Bolivia, aunque en Pando aseguran que la tienen.

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