En un estudio realizado en Gran Bretaña sobre el fallecimiento de una mascota se comprobó que más del 90% de los dueños experimentaron un trastorno en los hábitos de sueño o tuvieron dificultades con su alimentación, ambos síntomas de depresión clínica.
Más de la mitad se volvieron absortos y evitaron tener actividades sociales. Casi el 50% se encontró con dificultades relacionadas con el trabajo y perdieron entre uno y tres días laborales como resultado de la apatía o del bajo nivel de energía. Incluso, hay indicios de que las parejas casadas son más propensas a divorciarse después de la muerte de una mascota en casa. Los ancianos también pueden sufrir, sobre todo cuando su única compañía era la del animal. El Clarín
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