Lynda Hill, viuda y dedicada a cuidar de su perro, dejó detallado en su testamento el deseo de que tanto su mascota, Henry, como casi 100.000 libras (casi 120.000 euros), fueran destinados a un refugio animal llamado ‘Wood Green’. Al morir su dueña, un veterinario del refugio decidió que lo mejor era sacrificar al animal.
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