Morgan se apoya para justificar su campaña en un estudio según el cual un gato mata en promedio al menos 12 pájaros o animales endémicos cada año: entre ellos, los famosos kiwis de largo pico, el ave más emblemática y símbolo nacional.
Se trata de un auténtico problema para un país como Nueva Zelanda, que ya perdió muchas de sus especies de aves, y donde el 37% de las especies se ve amenazado por predadores introducidos, agregó.
Pero su solución tiene ribetes polémicos: en efecto, la propuesta de Morgan es que los dueños de gatos los encierren o confinen en espacios cerrados hasta el fin de sus vidas, y sin reemplazarlos al morir.
“Evidentemente no les estoy sugiriendo que vayan sin esperar más a eliminar sus gatos de un golpe en la cabeza”, dijo el hombre de negocios en un artículo publicado por el diario neocelandés Dominion Post.
“Pero si ustedes se encuentran preocupados por los desafíos de la conservación -agregó en su columna- deben reconocer que estamos protegiendo a un matador nato”.
Sus palabras erizaron la piel de numerosos lectores, sobre todo si se toma en cuenta que en Nueva Zelanda un hogar de cada dos posee un gato, como reveló en 2011 una investigación del Consejo Nacional de Animales de Compañía.
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