En 1849, el paleontólogo Louis Agassiz descubrió en Nueva Jersey (EEUU) la mitad de lo que parecía un húmero de una tortuga marina gigantesca (Atlantochelys mortoni) de hace unos 75 millones de años. Como a la pieza le faltaba una parte, era difícil estimar el tamaño del animal, pero concluyó que debía de medir alrededor de tres metros de la cabeza a la cola.
Ahora, para asombro de los científicos, ha aparecido la otra mitad y los expertos han podido confirmar la longitud del monstruo del Cretácico. La segunda mitad fue descubierta por Gregory Harpel, paleontólogo aficionado, hace un par de años y pensó que era un fósil de diente de tiburón pero descubrió que fue mucho más.
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