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domingo, 23 de marzo de 2014

Una tortuga de 182 años es el animal más viejo del planeta

Plantation House en la isla de Santa Elena se levanta orgullosa entre árboles vivos gracias al canto y silbido de los pájaros. Esta casa es la residencia oficial de Mark Capes, el gobernador de los Territorios Británicos de Ultramar en el Atlántico Sur.
Mi guía, Joe Hollis, el único veterinario en la isla, golpea una olla de metal y unos montículos se levantan y trotan sorprendentemente rápido hacia nosotros. Son Jonathan, Myrtle y Fredrika, tres de las cinco tortugas gigantes de la isla.
"Jonathan está virtualmente ciego debido a cataratas y no tiene sentido del olfato, pero su audición es buena”, me dice Joe.
Jonathan pertenece a la rara especie de Gigantes Seychelles y, a los 182 años, puede ser el animal vivo más viejo del mundo.
La isla de Santa Elena nació con un violento volcán y Jamestown, su capital, fue un centro de comercio de la Compañía de las Indias Orientales en el siglo XVII.
Sus habitantes, conocidos como santos, comparten ese complejo pasado, con etnias mezcladas de africanos, americanos, europeos y chinos.
Muchas víctimas del tráfico de esclavos, enfermos y agonizantes pasaron sus últimas horas en estas playas. Y también estuvo Napoleón, en el exilio.
Durante el siglo XVII, los barcos transportaban cientos de tortugas amontonadas, como una suerte de comida rápida para llevar. Se estima que sólo en las Islas Galápagos, cerca de 200 mil tortugas fueron ingeridas en esa época.
Jonathan quizás fue un souvenir para Hudson Janisch, el gobernador de Santa Elena en 1880. Desde aquellos años hasta hoy 39 gobernadores han pasado y ninguno ha querido que Jonathan se muera durante su mandato.
Una fotografía tomada en 1882 muestra a la tortuga en su mayor tamaño. A estos animales les puede tomar unos 50 años alcanzar esa madurez física.
A Jonathan le encanta que le acaricien el cuello. Su cabeza se extiende desde el caparazón de una forma sorprendente. Él machaca su comida -bananas, coles y zanahorias- con ferocidad.
Joe casi pierde el final de su pulgar alimentándolo y ahora usa gruesos guantes. "No tuvo intención de morderme, es que a veces le cuesta ubicar su comida”, dice el veterinario.
Las tortugas buscan en el pasto con su pico, hecho de queratina, como las uñas. Debido a su ceguera, a Jonathan se le dificulta encontrar la vegetación más apropiada, y por la malnutrición, su pico se volvió suave y desafilado, lo que disminuyó su capacidad para encontrar comida.
Ahora está bajo un nuevo régimen de comidas, que empieza cada domingo con Joe dejándole frutas y vegetales frescos. Con este refuerzo nutricional, ahora el cuerpo de Jonathan luce regordete y su piel se siente flexible.

Aunque las tortugas gigantes pueden vivir más de 250 años, los habitantes de la isla ya han programado un detallado plan para cuando Jonathan muera; y su caparazón será preservado y exhibido en Santa Elena. (BBC Mundo)

Durante el siglo XVII, los barcos transportaban cientos de tortugas.

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