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lunes, 10 de agosto de 2015

El hombre que amaba a sus perros, y no a sus hijas

La casa es un fiel reflejo de esa personalidad minuciosa y refinada que le adjudican a David Oubel: una perfecta armonía entre la piedra rústica y la decoración vanguardista. La vivienda, que el parricida restauró hace un lustro, retrata a un inquilino de alto poder adquisitivo: 420 metros, tres habitaciones, dos baños, chimenea, calefacción por suelo radiante y vistas a las montañas entre otras virguerías. Fuera hay un agradable jardín de 600 metros, garaje y "piscina para niños", según el mismo destacó en el anuncio por palabras que publicó ofreciéndola en venta por medio millón de euros el 14 de julio. Dos semanas después (viernes, 31 de julio) asesinaría (presuntamente) a las niñas para las que hizo construir esa piscina, sus propias hijas: Candela (9 años) y Amaia (4).

Probablemente es el objeto decorativo de menor valor económico de esta estupenda casa de Moraña (Pontevedra) pero con mucho peso sentimental. Se trata de un pequeño lienzo al óleo, ubicado cerca de la entrada y visible desde la isleta de la cocina, que retrata a Horatio, uno de los bulldogs de David Oubel y el perro por el que más pecho sacaba este apasionado del mundo canino y asesino (presunto) de sus dos hijas.

El cuadro de Horatio -reproducido junto a estas líneas-, el bulldog que se coronó Campeón de España de Morfología (belleza) en su categoría en 2011, lleva la firma de Candela, la hija mayor, muy aficionada a la pintura y cuyo cadáver, degollado por la hoja de una radial, se halló tumbado bajo una puerta, lo que hace pensar a los investigadores que la niña fue atacada cuando trataba de emprender la huida tras ver morir a su hermana en la cama.

Algún vecino ha referido que pese a la estruendosa música que Oubel habría puesto para amortiguar el sonido del crimen se escucharon sus palabras de súplica: "¡Papa, non a mates, non a mates!". Candela -una niña muy risueña que soñaba con ser guionista- y la más pequeña, Amaia, compartían con su padre y verdugo el amor por los perros y era habitual verlas con él en las competiciones caninas en las que participaba. Nadie nunca presenció ni un mal gesto hacia ellas que pudiera ser indicio del cruel desenlace. Al contrario.

Es difícil encajar la historia de David Oubel, 40 años cumplidos en abril, en el patrón de sus predecesores, de los otros hombres que antes que él han asesinado a sus hijos (46 menores muertos en la última década en el contexto de la violencia de género). El retrato robot los define como sujetos a los que la pareja abandona o va a abandonar por su corte violento y que, incapaces de asumir la ruptura y obsesionados con la ex, esponden asestándoles donde más le puede doler a ella: matándole a sus hijos. A este esquema se ajusta el perfil de su sucesor en la lista de monstruos: Ricardo F., de 61 años, quien, antes de suicidarse este 4 de agosto en Castelldefels (Barcelona), asesinó a su mujer Maryna, de 45 años -hasta tres veces llamó Maryna a la policía pidiendo auxilio para luego retractarse- y a sus dos hijos: una niña de 7 y un chico de 12.

Pero a David Oubel no se le presuponía fijación con la esposa ni intención alguna de volver con ella. ¿Cómo iba a albergar sentimiento o rencor hacía Rocío Viéitez si él ahora hacía vida con un hombre?, se preguntan en el municipio de 4.500 habitantes, aún aturdidos por la envergadura del suceso.

La existencia del inquilino del envidiado chalé de la calle N12 dio un giro de 180 grados hace un par de años. A todos sorprendió la repentina ruptura de una pareja que parecía bien avenida. Se sabe que la irrupción de un desconocido en la vida sentimental de David Oubel fue el detonante pero los detalles precisos son menos públicos. En una esquina se cuenta que fue Rocío, 37 años y traductora por cuenta propia, la que descubrió la relación y dio el portazo. Y dos calles más allá se dice que fue él quien puso sobre la mesa su nueva inclinación sexual y sus amoríos con el desconocido. El caso es que el idílico retrato familiar se hizo trizas y ella se trasladó con sus dos hijas a un piso de alquiler en el casco urbano de Moraña.

En la que había sido la vivienda familiar, la que hoy se oferta por medio millón, comenzó a hacerse visible la presencia del desconocido. Nos referimos a él así, como "el desconocido", porque a fecha de hoy nadie ha logrado identificar al misterioso novio de David Oubel. Sólo se han podido recabar unos cuantos datos de él: dentista, más o menos de la misma edad que el parricida y con residencia en Vigo, sin que estos apuntes tengan absoluta fiabilidad.

"Siempre que coincidía con David, antes de que saliera del armario, pensaba: "Este hombre es gay y no lo sabe"". Lo dice un habitual del circuito canino, donde no sorprendió que el dueño del famoso bulldog Horatio comenzara a acudir a las competiciones acompañado del desconocido -en alguna ocasión junto a sus hijas también, los cuatro- y con un vestuario mucho más llamativo y meticulosamente combinado.

Oubel cambió la paleta de colores de su armario y se distanció de su entorno hasta el punto de enemistarse con muchos. "Todos me hacen daño, todos están en contra de mí", le lloró hace unos meses, victimista, a una vecina. A sus amigos de la pandilla en la que también estaba Rocío Viéitez dejó de verlos. Y en el barrio se convirtió en un vecino de lo más impopular y molestoso. Las quejas no eran tanto por el ir y venir de los invitados a sus interminables fiestas sino más bien por el volumen al que ponía la música y que no bajaba aunque fuera bien entrada la madrugada. Un día un vecino le arrancó un fusible y el asunto acabó con enfrentamiento y denuncia ante la Guardia Civil. Quitando su sonada detención de ahora, el otro episodio que protagonizó y en el que tuvo que intervenir la Benemérita se produjo hace aproximadamente un año, cuando fue acusado de agredir a la doctora que se negó a darle una baja médica. La facultativa presentó denuncia pero no acudió al juicio por faltas.

En este rumbo que había emprendido David Oubel hay otro importante viraje en las últimas semanas. Puso en venta la casa y, lo más sorprendente, se desprendió también de sus perros. El parricida de Moraña se había iniciado en el mundo de las competiciones caninas hace unos ocho años, al regalarle un amigo al recién nacido Horatio y resultar el perro un figura. Tuvo otros bulldogs -Indira y Napoleón-, se pasó más tarde a la raza boston terrier -Grace Kelly Glamour y Harpagon Duke Diamond entre otros- y últimamente paseaba por los rings a affenpinschers y welsh corgis. Varios de sus perros subieron al podio pero ninguno al cajón más alto como Horatio.

Se ha publicado erróneamente que David Oubel era juez de competiciones caninas. Sí se le solía reclamar como comisario de ring por su conocimiento del inglés, pero nunca logró el estatus de juez, una de sus grandes frustraciones. Paradójicamente acreditó "buena conducta cívica y societaria", como se exige, pero no cumplía el requisito de tener "suficiente experiencia como criador". Ya sin perros, prescindió también de su handler -un especialista en mostrar a los ejemplares en la competiciones a las que no podía asistir-, al que pagaba 600 euros al mes.

Un importante desembolso al que hay que unir el mantenimiento de los perros, la pensión de las niñas, los gastos de la casa, las fiestas... La agencia inmobiliaria que tenía con su hermana en la vecina Caldas -en su fachada han pintado la palabra "asesino"- iba viento en popa.

Todos estos últimos movimientos -adiós a la casa y a los perros- hacían pensar que Oubel se disponía a emprender el vuelo fuera de Moraña, quizás con el desconocido. Hasta que el jueves, el día antes de los asesinatos, entró en una ferretería de confianza y pidió una radial. Bromeó con el dependiente sobre si valía para cortar dedos y si hacían una demostración con su mano. El viernes por la mañana, un día antes de que tuviera que devolver a las niñas tras 15 días bajo su cuidado, la enchufó y le dio al interruptor. El domingo, Candela, la autora de la mejor pintura de Horatio, habría hecho la Primera Comunión.

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