Los científicos creen que los primeros canes, descendientes directos de lobas grises, fueron utilizados por nuestros antepasados con fines prácticos como la ayuda en la caza y que sólo comenzaron a ser considerados mascotas hace unos 2.000 años.
A pesar de que algunas razas modernas se asemejen mucho a aquellas descritas en las pirámides egipcias o en textos antiguos, los perros actuales tienen poco que ver genéticamente con sus ancestros, incluso con los que vivieron hace unos pocos cientos de años.
El motivo, según una nueva investigación dirigida por científicos de la Universidad de Durham, es la práctica habitual de mestizaje, hasta el punto de que ninguna raza actual puede denominarse antigua.
El equipo internacional de científicos, entre los que se encuentran también especialistas de la Universidad de Uppsala en Suecia y del Instituto Broad en EEUU, analizó los datos genéticos de 1.375 perros de 35 razas distintas. También estudió varias muestras genéticas de lobos, de los cuales descienden nuestras mascotas.
Según publican en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, los científicos encontraron que el cruce de razas durante miles de años ha hecho que sea extremadamente difícil rastrear las antiguas raíces genéticas de los ejemplares de hoy en día. Genéticamente, las razas modernas tienen poco en común con sus antepasados.
Razas como la Akita, la Afgana y la rarísima china Shar-Pei, clasificadas como “antiguas”, no están más cerca de los primeros perros domésticos que las otras.
“Todos los perros han sido sometidos a cantidades significativas de cruces hasta el punto de que todavía no hemos sido capaces de rastrear todo el camino de vuelta a sus primeros antepasados”, dice Greger Larson, biólogo evolutivo de Durham.
Otros efectos sobre la diversidad genética de los perros domésticos han sido los patrones del movimiento humano y el impacto en el tamaño de la población de los canes causado por los eventos más importantes, como las dos guerras mundiales.
Varias razas, entre ellas los Basenji, Saluki y dingos, tienen una firma genética distinta, que estudios anteriores han calificado como la evidencia de su herencia ancestral. Pero el nuevo trabajo dice que las firmas genéticas distintas de estos animales no están presentes por una herencia directa de los perros antiguos, sino porque estaban aislados geográficamente y no formaban parte de las asociaciones de criadores (los Kennel Clubs) que se iniciaron en el siglo XIX y que crearoncasi todas las razas actuales.
“Tanto el aspecto como el comportamiento de las razas modernas les parecería muy extraño a nuestros antepasados hace tan solo unos pocos cientos de años”, asegura Larson.
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