Los vecinos del barrio se preocuparon. Lo buscaron en la pensión de doña Gaby, donde Hachiko cenaba y dormía por las noches, pero ella no lo había visto.
OPINIÓN publicó, el 6 de enero de 2014, la historia del hachiko boliviano. Nos la contó Aida, una vendedora de periódicos que desde su puesto en la jardinera de la avenida Papa Paulo y Aniceto Arce, solía ver a un perro correr todos los días detrás de una motocicleta conducida por un joven universitario que le gritaba que se fuera a casa.
El can lo seguía unas dos cuadras y luego retornaba a su hogar. Una mañana, la motocicleta del universitario fue embestida por un taxi, enfrente del puesto de la vendedora de diarios. El perro aullaba, como clamando auxilio para su amo desvanecido en la calzada.
Una ambulancia se llevó al joven, pero murió en el trayecto al hospital. Desde ese día y por los últimos seis años, el perro se quedó en esa misma jardinera esperando el retorno de su dueño.
Muchos vecinos y turistas extranjeros intentaron adoptar a Hachiko, pero él se negaba a moverse del lugar donde cayó su amo. Su fidelidad hizo que lo compararan con el famoso perro que esperó por 9 años a su dueño en una estación de trenes del Japón y cuya historia fue inmortalizada en una película protagonizada por Richard Gere.
Don Román Bilbao, quien le preparaba un desayuno de cuellos de pollo todos los días en su frial de la Papa Paulo y Venezuela creyó que se trataba de otra de sus típicas desapariciones de fin de semana y confió en que aparecería el lunes en busca de su ración. “No sabíamos a dónde iba, pero desaparecía al finalizar la tarde del sábado y volvía cada lunes”, recuerda Román Bilbao. Ahora se sabe que Hachiko iba a un local de la calle Baptista llamado Picasso y allí permanecía los fines de semana. Los vecinos creen que su amo, el universitario, frecuentaba el local los fines de semana y por ello Hachiko iba a buscarlo allí. Un mesero lo halló en la acera temblando y sin poder pararse. Lo metió al local, lo cobijó y llamó a veterinarios para que fueran al lugar, pero ninguno cumplió.
Muy enfermo, Hachiko murió la noche del lunes 27 de julio y fue enterrado el martes en la huerta de uno de los amigos del mesero, camino a Sacaba. Marcela, la hija de Román Bilbao, asistió al entierro. La noticia causó tal tristeza entre los vecinos de la avenida Papa Paulo que el llanto no cesa allí. El esposo de doña Gaby le preguntó “¿así llorarás por mí cuando me muera?”. Y doña Gaby le respondió que no, que Hachiko era el ser más leal que había conocido. Es más, cuando alguna cliente de su pensión se molestó por la presencia del perro y exigió que lo sacaran, doña Gaby le replicó que el can era el invitado especial y que si ella prefería irse, era libre de hacerlo. Los vecinos de la avenida Papa Paulo están desconsolados y quieren reunirse con la secretaria de Cultura Ninoska Lazarte para plantearle la edificación de un monumento a Hachiko en la jardinera o en una placita cercana del barrio.
También están molestos porque el perro fue enterrado en un lugar donde no se lo amaba como lo aman acá. En las redes sociales, cientos de personas creen que Hachiko al fin pudo encontrar a su amo en el cielo.
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