El canino mestizo de pelaje negro y café es quien encabezó las marchas por las calles de la ciudad de La Paz y poco a poco se fue ganando el cariño de todos los manifestantes que lo acogieron en el coliseo de la UMSA, donde le dan comida y un lugar para dormir.
Al principio lo llamaban Lucho, pero luego se ganó el nombre de “Petardo” porque cuando escuchaba uno, en lugar de asustarse como normalmente lo hacen los perros, saltaba e iba delante de la marcha.
A Petardo le gusta ir de un lugar a otro, los acompaña en las marchas en los enfrentamientos y también se va, pero siempre vuelve moviendo la cola al Coliseo a “visitar” a los marchistas y los potosinos aprovechan para darle cariño y comida.
“Allá la gente en Potosí lo están esperando al Petardo más que a nosotros, ya se ha vuelto famoso”, dijo a ANF Luis Alvarado, estudiante de la Universidad Tomás Frías.
En el primer enfrentamiento entre la Policía con Comcipo, Petardo ladraba a los verde olivo y no tenía miedo de los gases lacrimógenos, ni al gran Neptuno que lo hizo volar unos metros por la presión del agua, pero seguía ladrando junto a los marchistas.
“Es un potosino más”, expresó Enrique Téllez, uno de los manifestantes quien siente un gran cariño por el canino y expresó que más allá de ser una mascota, se ha convertido en un símbolo del sentimiento de reivindicación de todos los potosinos.
En el enfrentamiento del 12 de julio, uno de los mineros tiró una dinamita y el perro creyó que estaban jugando y agarró la dinamita prendida. Todos los marchistas lo llamaban para que deje el artefacto pero “por suerte” la mecha se desprendió de la dinamita y no explotó. Después de ese acontecimiento querían dejarlo en el Coliseo, pero Petardo llegaba hasta el lugar de los enfrentamientos.
“El petardo se nos ha salvado de la muerte, ahora lo cuidamos más porque es muy travieso”, manifestó Alvarado.
De igual manera, en la gasificación en la puerta del Ministerio de Gobierno a los manifestantes, Petardo corrió sin rumbo ante el ambiente convulsionado y se perdió. Los manifestantes lo buscaron en la tarde y en la noche. Téllez contó que un grupo de potosinos lo encontró en la plaza San Francisco y lo llevó al Coliseo.
Después de estos sucesos, los movilizados decidieron ponerle un collar rojo a Petardo con un hueso en el que está grabado su nombre y atrás el teléfono de Alvarado por si se extravía nuevamente.
A pesar que el canino no tiene un hogar, hay varios postulantes que quieren adoptarlo en su ahogar, entre ellos Alvarado. Otros quieren que se quede en la Universidad Tomás Frías e incluso los paceños quieren acogerlo, pero “si o si” se va a Potosí.
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