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domingo, 24 de agosto de 2014

Amigo Fiel: Un pedazo de cielo para mascotas



Qué fregado era el Punto, como toda mascota consentida. “Este perrito era único porque, con el trabajo de la funeraria, acompañaba a la carroza desde el monumento a Busch hasta el Cementerio General. A veces lo teníamos que parar porque veía el carro, empezaba a correr y ladraba como loco”. El perro, de raza pointer, era tan conocido en sus andanzas que las señoras le daban agua y los radiotaxistas lo llevaban a su casa. “Los choferes ya sabían de dónde era, nos lo traían y nosotros teníamos que pagar la carrera”, explica Noemí, una de las hijas del matrimonio Valdivia, que heredó el oficio de las exequias.

Cuando Punto falleció, a sus 14 años, Adolfo, padre de Noemí y dueño de Funeraria A. Valdivia, adquirió un terreno en Villa Salomé, en el sureste de la ciudad, de aproximadamente 2.000 metros cuadrados, para enterrar a su perro querido y, por qué no, a otras mascotas de la población paceña. De esta manera fue inaugurado el cementerio Amigo Fiel. Fue en junio de 2008 y a la fecha ya se encuentran cerca de 900 mascotas enterradas, entre perros, gatos, loros y hámsters, además de una tortuga y una gallina. “Sus amos sienten un cariño muy especial por estos animales que no se puede explicar”, dice Noemí.

Los precios para el entierro de mascotas en el camposanto, que a la vez ofrece un clima agradable y una vista sin igual, van de 500 bolivianos para los animales pequeños, a 700 bolivianos para los medianos y 900 bolivianos para los grandes, según la administradora de Amigo Fiel. “Lo que se debe aclarar es que es un pago perpetuo, no se vuelve a hacer ningún desembolso de mantenimiento ni de nada”, asegura Noemí, quien añade que por 70 bolivianos el cuerpo del animal puede ser trasladado “desde su domicilio hasta su última morada”.

Noemí agrega que además del servicio de entierro existe la cremación de la mascota, con precios desde 300 hasta 500 dólares, también dependiendo del tamaño. “Hay mucha gente que se lleva las cenizas a sus casas porque las familias no se pueden alejar de sus mascotas”.

Debido a que en una fosa pueden entrar hasta cuatro mascotas, cada cual en su nivel, los animales ya no pueden ser retirados pues ello perjudicaría a las demás mascotas allí enterradas. “Queremos que la gente entienda que el cementerio es un lugar para visitar a sus animalitos para siempre, por lo que no los pueden sacar del lugar donde fueron depositados”, recalca.

Los dolientes hacen instalar allí lápidas muy trabajadas, desde las elaboradas con marfil hasta aquellas hechas en piedra. Los epitafios reflejan el amor que sentían los dueños por sus animales y, generalmente, también se dejan en el sepulcro los juguetes con que jugaban las mascotas.

Las lápidas de mármol pueden ser adquiridas en inmediaciones del Cementerio General, en la zona oeste de la urbe paceña, con precios que fluctúan entre los 200 y 750 bolivianos, que pueden variar si se quiere la inscripción pintada o tallada.

Cada fin de semana, Jorge y Ruth visitan a Osito, su perro chapi negro con pecho blanco que fue enterrado en este camposanto. Ruth dice que la explosión de petardos en un Año Nuevo afectó tanto a Osito, que se le paralizaron las patas traseras. “Lo llevamos al veterinario pero ya no lo pudimos salvar, nos dijeron que era un ataque de nervios; le querían poner suero, pero estaba sufriendo demasiado, así que lo tuvimos que hacer dormir”, recuerda Jorge, mientras mira el lugar donde se encuentra sepultada su mascota.

Ruth cuenta que Osito fue enterrado un martes de ch’alla hace ya dos años, y pese a que no había mucha actividad en la ciudad por la fiesta de Carnaval, toda la familia se trasladó en su coche particular para dar el último adiós a su chapicito. Desde aquella vez, Jorge y Ruth no faltan a la última morada de su perro para depositarle un ramo de flores.

Pedro Chura, que cuida el cementerio desde hace cinco años, se dedica a regar el césped cada dos días y arregla las plantas que ponen los “familiares” de sus “seres queridos ausentes”, mientras que su hijo Eusebio cumple la labor de cavar las fosas para depositar los restos.

“Algunos familiares lloran sin parar cuando entierran a sus animalitos”, cuenta Pedro, quien agrega que algunos dueños van al camposanto todos los sábados y domingos, “aunque también hay otros que no les interesa sus perritos, los traen y no vuelven nunca más”. Los entierros en Amigo Fiel, señala don Pedro, se llevan a cabo todos los días, desde las 08.00 hasta las 12.00 y de 14.00 a 16.00. Frente al cementerio para animales se encuentra la tienda de doña Juana Mamani, quien cada fin de semana espera por los visitantes con flores a la venta. Los amarros tienen un precio que fluctúa entre los cinco, siete y nueve bolivianos, dependiendo de la variedad de flores, entre ellas popelina, pompones, rebecas, claveles, lirio, fresias, narcisos y margaritas. Édgar, un vecino del lugar, comenta que el único ser que siempre lo recibe con alegría en su casa es su perro Rocky, con el que ha compartido el crecimiento de sus dos hijos y la pérdida de su padre. Él y su familia saben muy bien que el pastor alemán, que lleva 17 años junto a ellos, tendrá su lugar en Amigo Fiel. Un lugar cerca del cielo para mascotas.

Texto: marco fernández Fotos: miguel carrasco - marco basualdo

Datos que pueden interesar

Horario. El camposanto atiende de 08.00 a 12.00 y de 14.00 a 16.00. Facilidad. La funeraria ofrece un plan de pagos para las familias que quieran enterrar a sus mascotas. Llamadas. Los interesados en contratar los servicios de Amigo Fiel pueden llamar al 2224455 o al 77290449. Epitafios

Dulce Princesa. Durante estos 14 años nos llenaste la vida de felicidad, alegría y ternura. Fuiste la mejor amiga, confidente y compañera. Ahora que te fuiste, nos dejas un vacío irreemplazable dentro de la familia. Vivirás eternamente en nuestra mente y corazón. Te queremos y extrañamos mucho.

Tu familia

Tomás. Su vida comenzó cuando llegó a nosotros el 5 de mayo de 1999. Le gustaban los chocolates, pero prefería una dieta semiblanca. Tenía sus defectos, no le gustaban los niños, tampoco los cohetillos y era desobediente. Nunca aprendió el concepto de propiedad en sus paseos. Robaba peluches, pelotas y, como algunas vendedoras de esos años lo pueden atestiguar, carnes frías. Le gustaba mascar coca pero no pertenecía a ningún partido. Era un perro hippie. Llamarlo perro no le hacía justicia, a pesar de que tenía cuatro patas, una cola y ladraba, si ésa era su apariencia. Pero aquellos que lo conocían bien sabían que era un perfecto caballero.

Locky Alarcón. Querido Locky, por siempre estarás en nuestros corazones y en todos los gratos recuerdos que compartimos juntos en familia. Fuiste compañero fiel en buenos y malos momentos. Este adiós no es para siempre, ya nos volveremos a encontrar. Que Dios te bendiga.

Maroru Escarcha. Aquí reposan los restos de un ser que poseyó el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre, sin sus vicios. Te extrañamos mucho. Enero de 2014.

Negrito Osito Benítez Antelo. Hijito Gordito, me duele tanto tu ausencia, al saber que ya no estás a mi lado. No comprendo por qué tú también te fuiste para siempre. No sabes que contigo se me parte el corazón. Siempre estarás conmigo en los recuerdos más hermosos de mi vida. Recordaré los buenos momentos que compartimos junto a tu mamá Micaela, a tus hermanos Betito, Yakira y Ana.




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