Lo cierto es que sus actitudes no son aún totalmente conocidas y explicadas por la ciencia, como lo demuestra un interesante ensayo del etólogo alemán Paul Leyhau-sen, titulado “La conducta de los gatos.
FASCINANDO AL ESPECTADOR
Alumno del famoso Konrad Lorenz, Ley-hausen inició su observación sistemática de los felinos domésticos al estar prisionero en un campo canadiense.
Cazar langostas era para ellos una actividad primordial. Se tiraban hacia delante con las patas unidas, las aferraban y, si alguno lograba liberarse, las miraban con expresión de desilusionada espera. También cazar al ratón tiene su ritual, como otras pantomimas que los gatos de distintas zonas del mundo celebran frente a un público atento y fascinado.
Acabados en cuadros, avisos publicitarios y Films, los gatos no siempre han gozado de tanto éxito como hoy, pero si se pudiera entrevistarlo acaso no se mostrarían tan contentos. Considerados durante siglos bestias de malos augurios, malditos, insoportables a causa de sus chillidos y su rastro oloroso, los felinos domésticos acabaron por millares en las hogueras de la Inquisición. Fueron adoptados, sin embargo, por los cruzados, que se libraban con su ayuda de los ratones que infestaban sus naves. Desde entonces, en forma alternativa, el gato fue amado o despreciado aunque su eficacia antiratón siempre ha sido, es y será alabado.
SÍMBOLO DE LA LIBERTAD
Paul Leuhausen en cambio fue acumulando resultados de investigaciones cada vez más minuciosas, capaces de explicar gran parte del comportamiento esencia del gato. Así, para quien lee su libro muchas son las sorpresas: “Los gatos regulan sus desplazamientos –escribe el etólogo-, a lo largo de su recorrido, principalmente me-diante el contacto visual.
A menudo se puede observar a un gato mientras sigue con la mirada a otro, que procede a lo largo de determinado reco-rrido, a una distancia comprendida entre 25 y 100 metros, hasta que no es más visi-ble. Pasado cierto tiempo, el primer minino habitualmente se lanza hacia el mismo recorrido.
Ocasionalmente observé a dos gatos acercarse, desde direcciones diversas, a un punto de cruce entre sus caminos, pero en vez de chocar o simplemente cruzarse, se quedaban frente a frente, midiéndose con la mirada largo tiempo, apartando la vista sólo de vez en cuando”.
El gato analizado por Leyhausen es un símbolo de libertad, apartado del ejemplar del salón. Listo para arañar y de rebeldía innata, es más compañero de poetas que de solteronas. Ausente de los avisos publi-citarios, no quiere conquistar otra cosa que su autonomía. Sólo él será protagonista de los análisis futuros de los etólogos. (ANSA).
Paolo Alberto Valenti
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