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domingo, 17 de agosto de 2014

Amor con límite a tus mascotas


María no tiene hijos, pero sí un perro, llamado Dudú, al que trata como si fuese un niño, permitiéndole que se acueste incluso en la cama donde duerme y que coma junto con ella en la mesa a la hora de las comidas.

La atención que tiene con su mascota es casi la misma que le da a sus sobrinos. Le habla como si fuese un ser humano, lo llena de mimos, adulos, le permite hasta algunas malcriadeces y se molesta si otras personas le llaman la atención.

En criterio de la terapeuta familiar, Liliana Zabala, esta situación se presenta cuando las personas tienen algún tipo de vacío emocional en su vida.

“Esto es un tipo de trastorno, ya que hay personas que creen que pueden sustituir a un hijo o a un familiar y las visten, las sientan a la mesa, los castigan por lo que hacen, les hablan como a personas, les cuentan sus problemas y hasta esperan respuestas de parte de sus mascotas”, explica la terapeuta familiar.

Esta no es una situación normal, asegura, porque el animal no es un ser humano y las personas deben aprender a diferenciar y a marcar los límites, puesto que no es bueno que las mascotas duerman en la cama con sus amos y menos que se dejen lamer o besarlas en el hocico porque tienen ciertos parásitos, bacterias y enfermedades que pueden transmitir a las personas.

“El amor, el cuidado y el cariño hacia la mascota debe ser con cierta medida, sin darle un trato como persona, porque es un animal que debe contar con su vivienda y su espacio propio y respetar el de su amo. No se deben sobrepasar los límites”, remarca Zabala.

A su vez, la sicóloga Claudia Tórrez explica que la excesiva antropomorfización (humanización) del animal suele generar una presión en el animal que no favorece al vínculo sano y realista que debe tener con su amo. Por esta razón, prosigue, la relación entre ambos debe tener ciertos parámetros.

La médica veterinaria Grisel Peña afirma que el mejor premio para una mascota más que caricias es la buena atención y cuidado que se les brinde. El perro, por ejemplo, asegura, se sentirá bien tratado si es bien alimentado, si tiene un buen lugar para dormir o si se lo saca a pasear y se lo hace jugar.

Conductas extremas
Similar es el criterio de Ítalo Urteaga, adiestrador de perros, que asegura que hay conductas equivocadas de las personas que paran con las mascotas en su regazo o en su cama, siendo que no es lo adecuado. También hay gente que maltrata a sus animalitos, les pega, no los alimenta bien y los hace pasar frío.

“Sean gatos, perros o cualquier otra mascota, deben tener su propio espacio pero en buenas condiciones. Ni siquiera hay que permitirles dormir en la habitación de su amo, porque no son seres humanos, son animales. A las mascotas debemos hacerles entender que sí los queremos, pero que ellas tienen su lugar y nosotros el nuestro, que nosotros mandamos y ellos simplemente obedecen”, insiste.

Manifiesta que los perros son de la misma especie de los lobos, que es la lupus cani. Estos tienen un líder y nadie puede ir delante de ellos. El que lo hace recibe una paliza o si gana, queda como líder. Los canes también tienen esa misma actitud de liderazgo y al dormir en la habitación de su amo, sentirán que son los jefes y que están al mismo nivel de su dueño, por lo que costará mucho trabajo educarlo.

Otra conducta que no es apropiada es que las personas, especialmente los niños, besen a sus mascotas en el hocico, porque no solo es antihigiénico, sino que también pueden transmitir ciertas enfermedades.

Comenta que por ejemplo los seres humanos para saludar a una persona se dan la mano, mientras que los cachorros, cuando se encuentran con otro can, le huelen el ano o los genitales como una forma de reconocerse. Añade que los animales tienen pelos que se les salen y mientras duermen los seres humanos pueden aspirarlos.

Para Peña los excesos en muestras de afecto con los cachorros en lugar de hacerles bien, solo les afecta a su comportamiento y se les hace un daño porque no aprenden a socializar ni a interactuar con los demás animales. “Con esto uno les genera un problema de conducta a las mascotas y les cuesta adaptarse a los cambios”, recalca.

Por qué tener mascota
Por su parte, Tórrez argumenta que la interacción saludable con los animales ayuda de diferentes maneras con el bienestar físico y sicológico de las personas.

Por ejemplo, señala, muchos estudios muestran que las mascotas promueven la salud de sus dueños, reducen la tensión arterial, nivelan el ritmo cardiaco y producen relajamiento, mientras que a nivel sicológico, gracias al intercambio afectivo y a la compañía, combaten la depresión, suben la autoestima y dan un sentido a la vida que favorece al desarrollo de la persona.

Desde tiempos antiguos nuestros antepasados dedican su tiempo de ocio a domesticar animales e incorporarlos a la vida cotidiana. Quienes aman a sus animales los sienten como un miembro más de la familia y cuando la mascota está bien integrada ocupa un lugar importante porque su presencia genera efectos palpables y concretos que aumentan la calidad de vida y la conexión del grupo familiar.

En este sentido, Tórrez explica que hay variadas razones que mueven a una persona a tener una mascota. Algunos estudios señalan que al adoptar un animalito se despierta el instinto biofílico del ser humano, que es el amor hacia la naturaleza.

“Se adopta una mascota por la necesidad de compañía, ya que estas nos dan oportunidad de un intercambio de cariño, cuidado y ocupación de otro ser. Además los animalitos nos brindan seguridad y nos sentimos protegidos con un perro en la casa”, resalta.


Implica responsabilidad

Antes de adoptar una mascota, dice Zabala, es importante que la persona tenga en claro lo que implica tener un animal bajo su cuidado, ya que debe darle una buena calidad de vida. “Cuando la mascota se siente cómoda y el amo también, entonces el intercambio afectivo fluirá de forma natural y habrá una relación saludable”, resalta.

La elección de la especie tiene que ver tanto con los gustos específicos de la persona como también con la necesidad que lo mueva a adoptar. Es decir, que si la persona desea un perro guardián, se decidirá por determinadas razas o si por razones inexplicables se siente atraído por gatos, conejos, loros o gansos, buscará adoptarlos, pero siempre es importante informarse acerca de sus características

No al amor excesivo a los animales
Claudia Tórrez. Sicóloga
Las principales razones de la humanización de los animales se da por varios factores, entre ellos:
El amor a los animales como reflejo de su soledad. Hay gente que depara hacia sus mascotas cuidados superiores a los que tienen consigo mismos o con sus allegados. El mimo exagerado hacia los animales es el reflejo de la soledad de su dueño y esta no es solo física, sino interior. Cuando la mente está vacía, es posible que algunos humanos se vuelquen hacia los animales para satisfacer esa necesidad y esto indica un tipo de carencia. Las personas que exageran su afecto hacia sus mascotas, tienen una tendencia a proyectar sobre el animal el amor que no pueden dar a otra persona.
Otra razón puede ser el resentimiento al ser humano. Los desengaños y golpes sufridos de amigos y familiares hacen que algunas personas renuncien a la compañía de una persona y den su cariño a una mascota, con lo que están limitando su desarrollo emocional, pues se hacen dependientes y desadaptados en su entono. De allí el famoso dicho: Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro.
Otro motivo es el humanismo ultrageneroso. Hay gente que prefiere extender el título de humano, incluso a algunas especies animales. Esto es una mala percepción de lo que es humano y de lo que no es. Por ello, no cabe reconocerles derechos humanos a especies que no lo son.

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