Su último delito fue atacar a una niña de cinco años de edad y eso le convirtió en reincidente, condenado a la eutanasia, una vez que se descarte que padece rabia. La primera vez que atacó a otra persona fue en octubre de 2010. Su nombre es Derby.
“Nos debe preocupar que estos animales estén en la calle mordiendo a la gente”, confirmó el veterinario a cargo, Sergio Uribe, explicando que se le aplicará una inyección indolora y que lo principal es precautear que no haya más ataques a otras personas.
Mientras llega el momento, el Pitbull pasa días y noches en su celda. Tiene unos trapos que le sirven de abrigo para dormir, pero él no duerme, está pendiente de cualquier visita. Derby luce estable, su brillante pelaje café con manchas blancas es reflejo de buena alimentación. Su familia le lleva alimento todos los días, mientras en Zoonosis buscan convencer a sus dueños de aceptar la eutanasia.
El Centro de Zoonosis, o más conocida como la perrera municipal, es la cárcel de los perros. Ayer sólo estaba Derby y, al lado, un can sin nombre al que los veterinarios le dicen “El Ovejero”. En su historial, recientemente abierto, dice en la parte de “afectados” 13 ovejas. En el lugar explican que él tal vez no estaba siendo bien alimentado y que atacó a las ovejas que cuidaba por hambre. Aún no se sabe cuál será su destino. No tiene amos y come lo que le dan ahí.
Mientras Derby y El Ovejero aullan por su libertad, hay una afortunada: “Sonrisa”. Es hembra y como una especie de gobernadora de la cárcel cuida con ladridos los ambientes de Zoonosis. No es brava, es amigable. Fue adoptada por los veterinarios y se quedó a vivir ahí.
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